Medicamentos para gente sana
pastillas
Por Jorge García (*)


“Las empresas farmacéuticas se han asegurado de que el envejecimiento, la menopausia o la infelicidad cuenten con un fármaco a su servicio”, afirma el periodista alemán Ray Moynihan en una reciente tesis llevada a cabo para la revista British Medical Journal. En ella, saca a la luz un gran número de lo que él denomina “males inventados”, es decir, la transformación de procesos naturales en enfermedades que requieren el uso de medicamentos. Añade además que “se incita a la gente a medicarse en cuanto aparecen los primeros síntomas de cualquiera de estos fenómenos”.

Jorg Blech, colaborador de Moynihan, habla de las diferentes formas a través de las cuales se logra convertir a personas sanas en pacientes que emplean una gran cantidad de dinero en medicamentos cada año. Una primera vía es convertir un proceso normal, como por ejemplo la caída del cabello, en un problema médico. Otra bastante frecuente es difundir los problemas personales y sociales como si se tratasen de alteraciones en la salud, que se pueden solventar a través de pastillas. Ya en menor medida, se tiende también a promover la publicidad de síndromes poco frecuentes y a transformar síntomas débiles en señales de enfermedades que revisten gravedad.

Las conclusiones de Moynihan han sufrido las críticas de doctores de todo el mundo, quienes defienden el derecho a gozar de un bienestar ante los problemas que se presentan, por más naturales que éstos sean. Sin embargo, las ideas de este periodista han hecho mucho daño a una industria, la farmacéutica, que pasa por una gran crisis de credibilidad.
Las multinacionales farmacéuticas facturan cerca de 500.000 millones de dólares cada año. Estos beneficios son resultado, en gran parte, de intensivas campañas publicitarias. Desde la promoción de Prozac a finales de los 80, los medios de comunicación han sido la plataforma de lanzamiento de numerosos “medicamentos estrella”. A partir de este momento, la importancia de las prescripciones médicas ha pasado en muchas ocasiones a un segundo plano en beneficio de las nuevas técnicas de comercialización emprendidas por las empresas farmacéuticas.

Un ejemplo de promoción de un medicamento fue el realizado por el fabricante de viagra Pfizer, que contrató los servicios del exfutbolista Pelé para que concienciase a la gente de que los problemas de erección no tienen lugar sólo entre los hombres de la tercera edad. El hecho de que no apareciese el logotipo de la empresa, daba al anuncio la apariencia de ser una campaña de concienciación pública, cuando en realidad se trataba de publicidad encubierta dirigida a poner la viagra en un primer plano de la actualidad.

Los brazos de las farmacéuticas llegan también a los médicos. Conscientes de la confianza que inspiran en muchos pacientes las recetas prescritas por los doctores, bastantes los laboratorios han lanzado sus tentáculos sobre los especialistas del sector. Se calcula que el 70% de los grupos médicos que elaboran las guías para tratar enfermedades, tienen conexión con los grandes laboratorios.

El coste que va suponer en los próximos años el uso desmedido de medicamentos es difícil de calcular. En estos momentos pueden preverse ya algunas consecuencias. En primer lugar, una pérdida en la eficacia de muchos fármacos que se toman de manera apresurada. Por otro lado, al ser la mayoría de ellos recetados a través de la seguridad social, los sistemas sanitarios financiados con fondos públicos pueden ver amenazada su viabilidad.

“Sueño con producir medicamentos destinados a la gente sana”, afirmó a finales de los años 70 Henry Gadsen, director de la empresa farmaceútica Merck. 30 años más tarde, son muchos los que piensan que su sueño es ya una realidad. Las farmacéuticas han tomado el poder.

(*) Periodista
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