Por una muerte sin dolor

Hospital Severo Ochoa
Por Ana Muñoz (*)

El pasado 28 de enero, la Audiencia Provincial de Madrid archivaba la causa por supuestas sedaciones ilegales y limpiaba el nombre de quince médicos del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid, España). El calvario de estos profesionales comenzó en abril de 2005, cuando una denuncia anónima les acusaba de 400 muertes en urgencias por sedaciones irregulares. La autoridad competente de Sanidad en la Comunidad de Madrid en ese momento, Manuel Lamela, se puso en alerta y tras expedientar a los médicos, les acusó de “matar” y el caso acabó en los juzgados.

 

Durante estos tres años, políticos, simpatizantes y medios de comunicación de la derecha española más arcaica, junto al ala más conservadora de la Iglesia católica, han manchado el nombre de estos profesionales, llamándoles asesinos y cosas mucho peores. Sin embargo, todavía hoy los médicos no han sido readmitidos en sus puestos de trabajo y nadie les ha pedido disculpas por el error cometido. Todo lo contrario, aquellos que impulsaron las denuncias dicen que “acatan la decisión del juez, pero que no haya podido probarse no excluye que no hicieran prácticas inadecuadas”, explicación del actual consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Juan José Güemes. Así explica uno de los médicos expedientados su situación: “Es como si yo acuso a Lamela o a Güemes de pederastia. Tomo los recortes de los menores fallecidos en Madrid de las esquelas y mediante un anónimo les denuncio. Les hacen la vida imposible durante tres años y cuando la justicia archiva el caso y dice que no son pederastas, yo insisto y digo que no se ha demostrado que no lo sean”.

Algo no debe ir bien en España cuando la calumnia y la difamación no son castigadas de manera firme e inmediata con todo el peso de la justicia. Ahora es el momento de “donde dije digo, digo Diego” o del “yo no he dicho tal cosa”. A un mes de que los ciudadanos españoles se den cita ante las urnas, los políticos han encontrado un nuevo espacio de confrontación, insulto y degradación.

En todo este tiempo, sin embargo, nadie ha hablado de los enfermos, de las consecuencias que ha tenido el caso Severo Ochoa en pacientes con enfermedades terminales. Durante todo este tiempo, la comunidad médica ha dejado de sedar a pacientes con terribles dolores, por miedo a ser expedientados e, incluso, llevados a juicio. Ha habido una persecución política y mediática muy dura por parte de algunos sectores de la derecha española, que sin ningún pudor han hablado de eutanasia y de asesinato, y muchos médicos se han sentido amenazados y vigilados a la hora de llevar a cabo su trabajo. Así, miles de personas han muerto mientras padecían un grave sufrimiento físico.

Un médico no sólo tiene que salvar vidas, también tiene que intentar que la vida sea lo más digna posible hasta el último momento. La sedación es lo que intenta hacer: Aliviar la agonía de una persona que se está muriendo. El dolor físico suele ser uno de los miedos que los seres humanos solemos poner en los primeros puestos, a veces, por delante de la muerte. Por ello, es seguro que nadie quiere pasar sus últimos días con sufrimiento y dolor. La Sociedad de Cuidados Paliativos, por ejemplo, considera aceptable la sedación en enfermos terminales para calmar al paciente, a pesar de que esto pueda acelerar su muerte. Este tipo de sedación está, incluso, aceptada por al Iglesia católica.

El derecho a la vida es un derecho fundamental de toda persona, indiscutible y reconocido, ayudar a una persona a morir sin dolor es una cuestión de humanidad

(*) Periodista
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