Un estudio realizado en la Universidad de Emory, Atlanta, señala un vínculo entre la exposición a la contaminación del tráfico vehicular y las placas amiloides que se acumulan en el cerebro.

 

cerebro alzheimer 2

Cerebro con Alzheimer y uno normal

Los participantes estuvieron expuestos durante un breve período a los gases de escape de diésel en un experimento controlado.

Los científicos observaron en tiempo real las alteraciones en la capacidad de diferentes áreas del cerebro para comunicarse entre sí. Los cambios en el cerebro fueron temporales y la conectividad de los participantes volvió a la normalidad después de la exposición, demostró un artículo anterior.

Esta investigación muestra que la exposición repetida a los gases de escape del tráfico tiene un resultado más prolongado y potencialmente devastador.

El estudio, publicado en la revista Neurology, indica que las personas con mayor exposición a la contaminación del tráfico tenían más probabilidades de tener altas cantidades de placas amiloides en el cerebro después de la muerte.

Las placas amiloides son proteínas mal plegadas que se forman en los espacios entre las células nerviosas. Se cree que desempeñan un papel central en la enfermedad de Alzheimer. Primero se desarrollan en las áreas del cerebro relacionadas con la memoria y otras funciones cognitivas.

Los investigadores examinaron el tejido cerebral de 224 personas que aceptaron donar sus cerebros al morir para avanzar en la investigación sobre la demencia. Habían muerto a una edad promedio de 76 años.

Los investigadores observaron la exposición a la contaminación del aire relacionada con el tráfico según la dirección de su casa en el área de Atlanta en el momento de la muerte.

Específicamente, observaron las partículas finas, PM2.5. Se componen de partículas contaminantes de menos de 2,5 micras de diámetro suspendidas en el aire, que son una fuente importante de contaminación ambiental en las áreas urbanas donde vivían la mayoría de los donantes.

Se calculó el nivel medio de exposición en el año anterior a la muerte y en los tres años anteriores a la muerte. Luego compararon estas exposiciones a la contaminación con los signos de la enfermedad de Alzheimer en el cerebro. Es decir, la cantidad de placas amiloides y ovillos de tau.

Las personas con una mayor exposición a PM2,5 en el año anterior a la muerte tenían casi el doble de probabilidades de tener niveles más altos de placas.

Aquellos con mayor exposición en los tres años previos a la muerte tenían un 87% más de probabilidades de tener niveles más altos de placas.

Los investigadores también analizaron si tener la principal variante genética asociada con la enfermedad de Alzheimer, APOE e4, tenía algún efecto sobre la relación entre la contaminación del aire y los signos de la enfermedad de Alzheimer en el cerebro y descubrieron que “la relación más fuerte entre la contaminación del aire y los signos de Alzheimer se daba entre quienes no tenían la variante genética”.

El hallazgo fue significativo y sugiere que factores ambientales como la contaminación del aire podrían ser un factor que contribuya al Alzheimer en pacientes en los que la enfermedad no puede explicarse por la genética.

El estudio no prueba que la contaminación del aire provoque más placas amiloides en el cerebro, pero prueba una correlación.

Estos resultados se suman a la evidencia de que las partículas finas provenientes de la contaminación del aire relacionada con el tráfico afectan la cantidad de placa amiloide en el cerebro, explicó la autora del estudio Anke Huels, PhD.

Una limitación del estudio es que los investigadores solo tenían la dirección de las personas en el momento de su muerte para medir la contaminación del aire, por lo que es posible que la exposición a la contaminación se haya clasificado erróneamente.

No obstante, un estudio de 2023 de la Universidad de Columbia Británica y la Universidad de Victoria encontró que los niveles más altos de contaminación del aire PM2,5 están relacionados con un mayor número de casos de demencia que se desarrollan con el tiempo.

Otro estudio del año pasado observó que la contaminación del tráfico perjudica la función del cerebro humano en tan solo unas horas.

 

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