Condecoración a Castañeda Lossio: complicidad en el caos de Lima


Por Rocío Ferrel


Pocos alcaldes de Lima han podido estar en el cargo nueve años, como Luis Castañeda Lossio. En ese tiempo, la calidad de vida del limeño se ha convertido en una creciente desgracia: tugurización en aumento, reducción de áreas de esparcimiento, desorden, caos y violencia.


No sólo eso, Castañeda es el campeón de la oscuridad en oposición a la transparencia en la gestión pública, pues se niega a proporcionar detalle de los gastos incurridos en proyectos como el Metropolitano, que sospechosamente de un presupuesto de 400 millones de soles subió a mil millones.

No sólo en la municipalidad de Lima, también en su gestión en la Caja del Pescador ocurrieron maniobras cuya consecuencia y continuidad significaron la quiebra de este sistema pensionario.

Al mando del Instituto Peruano de Seguridad Social (hoy Essalud) durante la dictadura fujimontesinista, también incurrió en una gestión irregular y nada transparente: no entregó balances en cinco años. Pero increíblemente el gobierno aprista también lo condecoró por su actuación en la Seguridad Social.

El canciller José Antonio García Belaunde dijo: "es una persona con un afán de servir a la gente de menos recursos”.

García Belaunde no sólo lo alabó por su presunta "buena" gestión en Lima, sino que lo calificó de "un talento peruano al servicio del país y que además tiene una muy alta aprobación”, lo cual no es más que propaganda que sirve a las ambiciones presidenciales de Castañeda, que de Lima pretende saltar a hacerse cargo de la conducción de los destinos de nuestro país.

Transporte: grave caos en Lima

Que el gobierno aplauda a Castañeda por haber sembrado el caos en Lima sólo indica su complicidad, pues el Poder Ejecutivo, así como Castañeda, carecen de una verdadera planificación de la ciudad y del país.

En transportes la situación es grave. Antes de que Castañeda sea alcalde uno podía llegar a Miraflores desde La Molina en promedio en media hora. Ahora ese tramo toma dos horas y media a tres horas y media, lo cual no sólo daña la salud física de los limeños, que se ven obligados a absorber un aire contaminado por un tiempo adicional, sino que el limeño pierde horas preciosas de su vida que podría dedicar a más trabajo o a su familia.

Tugurización agrava las posibles consecuencias de un terremoto en Lima

En urbanismo, vemos por ejemplo que el gobierno remata terrenos de propiedad del Estado, en lugar de dedicarlos al esparcimiento en una Lima que se tuguriza cada día más. Por ello, en lugar de ayudar a poblaciones que lo requieren, como las afectadas por el terremoto de Ica, promueve el hacinamiento en Lima otorgando bonos a familias que lo necesitan mucho menos que un damnificado por el terremoto, para la construcción de viviendas, en sospechosas maniobras que parecen ser concertadas en especial con las constructoras chilenas (ver Ica protesta por tres años en abandono tras el terremoto).

Países como Irán evalúan las opciones viables ante la posibilidad de terremotos y la gran población en la capital, Teherán, con siete millones, pues un gran terremoto haría imposible atender a tanta gente. La solución óptima adoptada es desplazar a varios millones de personas a una nueva ciudad, tarea que ya han emprendido.

En Lima, ciudad en riesgo de sufrir terremotos, superamos en número a la población de Teherán, pero carecemos de un buen alcalde y un buen presidente, más envueltos en casos de corrupción que en ver cómo desarrollar a Lima y al Perú de forma integral. A Castañeda le correspondía gestionar un trabajo conjunto con el poder ejecutivo para aliviar la tugurización de Lima promoviendo la creación de núcleos urbanos en provincias, en especial en fronteras, en lugar de dar bonos para incentivar más construcciones en Lima, pero ambos probaron que no les interesa la seguridad ni el progreso del Perú.