La selva: sólo sucede lo esperado, III


Después de analizar el panorama, el ministro Antonio Brack Egg tiene razón al alertar sobre movimientos separatistas. El ministro ha revelado que entre los indígenas hay facciones que pretenden unirse a los nativos ecuatorianos con estos fines.


Viendo el cáncer del separatismo en un estado avanzado, en lugar de atizar más el fuego para reprimir, el gobierno debe cesar en su hostilidad y en su afán de imponerse pisoteando las leyes.

“Guerra avisada no mata gente”, dijo Del Castillo ayer para enviar a las fuerzas del orden, cuando es el gobierno el que violando la ley ha provocado el exceso de los nativos, quienes también violan la ley realizando tomas forzosas de instalaciones y caminos; en cualquier caso, el responsable de actos de violencia o muerte es siempre el gobierno, que ha provocado la justa reacción de los indígenas con los DL 1015 y DL 1064.

Recién ahora Del Castillo habla de inversiones estratégicas al referirse al gas y al petróleo, como indicó ayer preocupado alertando que los indígenas podrían dejar medio Perú a oscuras. Esperemos que Del Castillo y su jefe Alan García sean consecuentes con la calificación que ahora dan a los recursos al considerarlos estratégicos y entiendan que se los necesita en el Perú, no para sacarlos a solucionar los problemas de otras naciones, y menos de Chile, país delincuente y enemigo del Perú.

¿Cuánto se ahorraría derogando esas nuevas normas inconstitucionales, en lugar de movilizar al ejército?

En la movilización hay otro punto en el cual García juega en favor de los caviares, quienes esperan ansiosos que se produzcan muertes de indígenas para acusar de genocidas a las FF. AA., lo que les daría frescas municiones en su campaña de denigración contra los militares.

Otro punto a favor de los caviares, que en ello se prestan al juego chileno, es la imagen de país que se está perdiendo, pues todo lo que se había construido no sólo en imagen, sino como realidad de un país que gana en estabilidad, puede ser destruido muy fácilmente en unos pocos días con estos frentes, que en realidad el gobierno se ha abierto caprichosamente.

Motivos de fondo de los indígenas


Por último, aparte de que haya ONGs azuzadoras o no, lo correcto es entender que en un 99% los indígenas de la selva tienen la razón. Veamos lo siguiente:

1) Mejor que nadie, los aborígenes de la selva, dueños ancestrales de esos territorios, son los celosos guardianes de la integridad del ecosistema. El indígena selvático no deforesta, no depreda especies animales o vegetales hasta que se extingan ni daña el ambiente, cosa que sí hacen las gentes que vienen de fuera (colonos, cocaleros, empresas petroleras, madereros formales o informales, etc.).

2) Es normal que los indígenas teman perder el control y propiedad de los territorios que les pertenecen desde milenios atrás; por eso, están en todo su derecho cuando rechazan los decretos 1015, 1064, 1073, 1089 y 1090, que, a través de la corrupción en los procesos de toma de decisión, pueden llevarlos a la pérdida de sus tierras.

3) Los indígenas selváticos tienen razón cuando se oponen al ingreso de empresas petroleras, porque el gobierno nunca obliga a dichas empresas a respetar las normas que garantizan el cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad de la vida de seres humanos, animales y plantas. Ya la televisión nos ha mostrado dramáticos reportajes en los que se ve, en varios lugares, que los peces de los ríos mueren por la contaminación causada por las empresas petroleras, y así los habitantes de la zona quedan privados del sustento y tienen que migrar como almas en pena viendo cómo es destruido el ecosistema en el cual han vivido armónicamente durante miles de años.

El Presidente de la República, en vez de promover la depredación de nuestra selva (ver: La segunda destrucción aprista del Perú), debe entender cuán necesario es preservarla, con la seriedad que no sólo el Perú demanda, sino el mundo, pues la Amazonía es la mayor y mejor área forestal del planeta. La irresponsabilidad presidencial sólo abona en favor de quienes tildan de salvajes a los sudamericanos por no preservar la selva, como incluso lo muestra un texto escolar estadounidense.
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Ver partes I y II: La selva: sólo sucede lo esperado, I

La selva: sólo sucede lo esperado, II