La comandante del Comando Sur de los Estados Unidos (SOUTHCOM), General del Ejército de los Estados Unidos, Laura J. Richardson, llegó al Perú para reunirse con autoridades del gobierno y militares y de discutir la “duradera asociación de defensa de los Estados Unidos con las Fuerzas Armadas de Perú”.

 

Laura Richardson

En declaraciones realizadas hace menos de un año, dicha militar tuvo el descaro de hablar de los recursos naturales de América del Sur como si fuesen propiedad de los Estados Unidos, de modo que su presencia en cualquiera de nuestros países es insultante, pues carece de respeto por la región y muestra un desenfrenado apetito.

Esta es la primera visita de Richardson a Perú desde que asumió el mando del Comando Sur en 2021 y se produce tras la visita de una delegación de defensa peruana a Washington, encabezada por el Ministro de Defensa, Jorge Chávez, en agosto.

Supuestamente, Richardson tratará temas de “cooperación en seguridad de interés mutuo, incluyendo la colaboración contra las organizaciones criminales y el desarrollo de las capacidades institucionales”. “Las reuniones con autoridades del gobierno y las fuerzas armadas servirán como una oportunidad para entender sus perspectivas con respecto a los éxitos y desafíos de seguridad del país, y fortalecer aún más la cooperación en defensa”, según dice la embajada estadounidense en Lima.

La agenda de Richardson incluye una mesa redonda organizada por Perú sobre la integración de la mujer en las misiones de paz, defensa y seguridad, así como visitas al Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) y al Servicio de Mantenimiento Aeronáutico (SEMAN).

 Las fuerzas armadas de los EE. UU. y Perú tienen una larga asociación de seguridad cada vez más centrada en objetivos mutuamente beneficiosos e intereses compartidos, incluyendo la seguridad marítima, la defensa cibernética, la preparación para desastres, la asistencia humanitaria, el mantenimiento de la paz, los derechos humanos, la lucha contra la pesca ilegal no declarada y no reglamentada, y la interrupción de las actividades de contrabando internacional de las organizaciones criminales transnacionales.

¿Exigirá esta señora, como ha hecho los EE. UU. a Brasil y Colombia, que el Perú entregue armas para la guerra en Ucrania, propiciada por ellos para negocio de las empresas del complejo militar industrial, que después exigirían que el Perú reemplace dicho armamento con compras a los EE. UU.?

Estemos atentos, pues ese país, además de vender caro, cuando le viene en gana se niega a vender repuestos o a que se usen sus armas en otros países. Así, si Chile agrediera al Perú, los EE. UU. podrían prohibir que se usen las armas adquiridas a ellos para defendernos. Además, ese país suele presionar con descaro para que no se compre armas a otro país que no sea el suyo, porque está dominado por los millonarios intereses de los industriales del armamento.

Como es habitual, los izquierdistas y autoproclamados progresistas se niegan a condenar esta visita, como lo hicieron en Argentina, porque muchos de estos sujetos nacionales son mantenidos por las ONG financiadas por los EE. UU. mediante máscaras de ayuda o derecho, como la USAID.