Rocío Ferrel

Después que el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (antes Congregación para la Doctrina de la Fe), cardenal argentino Manuel Fernández lanzó su inmoral declaración Fiducia supplicans (la cual incluso contiene errores en su redacción en español) que promueve la bendición a las parejas de homosexuales, muchos sacerdotes y obispos del mundo han cuestionado el documento por ser contrario a las enseñanzas cristianas.

 

Manuel Fernandez

Cardenal Manuel Fernandez

No obstante, Fernández se mantiene contumaz y responde a las críticas de los prelados y sacerdotes, incluso conferencias episcopales de diversos países, con una nota de prensa que para justificar dichas bendiciones recurre a argumentos confusos que lo muestran claramente como un ciego que quiere conducir al rebaño al precipicio.

Fernández juntó en estas bendiciones a los homosexuales y a las parejas irregulares, diferentes al matrimonio, donde se vive la única relación sexual moralmente lícita para la doctrina católica.

Un punto importante del error de Fiducia supplicans es que, aunque se trate de la más simple bendición, impartirla a una pareja de homosexuales implica que éstos han manifestado públicamente su conducta homosexual, lo cual es grave depravación, según la doctrina católica explicada en el documento Consideraciones acerca de los proyectos sobre reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, firmado por el entonces cardenal Joseph Ratzinger (que fue después el papa Benedicto XVI) prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Cosa distinta es por ejemplo la bendición al final de las misas a todos los asistentes, donde, aunque hubiese parejas irregulares o de homosexuales el sacerdote y los demás fieles no tienen por qué saberlo. Si allí pueden recibir una bendición, ¿para qué quieren exhibirse con una bendición especial?

 

basilica San Pedro

Esperemos cambios en el Vaticano tras este escándalo

 

Pero, a diferencia de las parejas irregulares (concubinos, adúlteros, divorciados) que pueden acercarse a pedir una bendición al paso diciendo que son pareja, por ser hombre y mujer, el sacerdote normalmente no pregunta cuál es su situación y simplemente bendice. Pero si les pregunta entonces podría abstenerse. En cambio, si un par de homosexuales dicen ser pareja que quiere ser bendecida, resulta evidente que están cometiendo, necesariamente, grave depravación al manifestar públicamente su relación y su intención de continuar en ese pecado.

Además, el Nuevo Testamento es muy claro. Jesús perdonó a la adúltera y le dijo que no peque más, no la bendijo recomendándole tácitamente que siga pecando, como hace Fernández. El apóstol San Pablo explicó que los adúlteros, homosexuales, borrachos, fornicarios no heredarán el reino de Dios, esto es, su destino es la condena en el infierno, a menos que se arrepientan. Esto demuestra la falta de caridad de dicho cardenal, pues en lugar de llevar por el camino correcto a los homosexuales acelera su caída a la condenación.

Está muy claro que bendecir a las parejas de homosexuales es incitarlas a que continúen viviendo en pecado camino al infierno, y para evitarlo la Iglesia, porque su misión es salvar las almas, les debe explicar que deben dejar de pecar gravemente y las consecuencias de  continuar haciéndolo. Los sacerdotes están para evitar la condenación de los fieles, no para lanzarlos al abismo.

Dice Fernández que las oposiciones de dichas conferencias episcopales sobre el documento Fiducia supplicans no pueden interpretarse como una “oposición doctrinal, porque el documento es claro y clásico sobre el matrimonio y la sexualidad”. Esta afirmación de Fernández es irrelevante, porque en Fiducia supplicans la defensa del matrimonio y la sexualidad se ha realizado paralelamente a la exaltación de las relaciones homosexuales al hacerlas merecedoras del premio de una bendición especial, lo cual es el hecho criticado.

En la Iglesia Católica nadie, ni siquiera el Papa, tiene autoridad para impartir una enseñanza contraria a la moral católica y neotestamentaria, como lo está haciendo Fernández con estas materias relativas a la homosexualidad y transexualidad.

Luego dice, defendiendo el documento, que «“Son inadmisibles ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos», y lo que lo contradice.». Vuelve a la táctica anterior, de intentar presentar una afirmación correcta para justificar las bendiciones a homosexuales.

También alega que el documento no se distancia doctrinalmente de la declaración de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, que afirma: “Dado que la Iglesia siempre ha considerado moralmente lícitas sólo las relaciones sexuales que se viven dentro del matrimonio, no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial”.  Recurre a la misma dinámica.

Además alude a la facultad de los obispos de tomar tiempo para aplicar lo dicho en el documento y que pueden adaptarlo a sus realidades y que al ser “bendiciones pastorales (no litúrgicas ni ritualizadas) a parejas (no a las uniones) irregulares, entendiendo que son bendiciones sin forma litúrgica que no aprueban ni justifican la situación en que se encuentran esas personas.”. La misma tónica de defensa cerrada de su error.

Es muy lamentable que Francisco haya elegido para prefecto del mencionado dicasterio a Fernández, un personaje cuestionable, pues está actuando como agente de confusión y división entre los católicos.

Este sujeto en 1998 escribió un libro semipornográfico, La pasión mística, el cual además de vulgar es blasfemo al comparar los orgamos con la relación mística con Dios. Ahora alega que era en su juventud (pero ya era casi cuarentón). No hay excusa que valga, porque desde 1990 era doctorado en Teología.

Otra perla de Fernández es promover que los transexuales se bauticen y sean padrinos aduciendo que se haga si no hay riesgo de escándalo, cuando lo más importante es que primero deben arrepentirse de haberse operado o transformado en transexuales, porque los padrinos deben ser ejemplo para los ahijados.

También dijo que una pareja de homosexuales puede adoptar un niño, “debe haber la fundada esperanza que será educado en la religión católica”. Lo cual es una depravación porque los padres deben ser ejemplo para los hijos y una pareja de homosexuales, al hacer pública su conducta incurre en grave depravación y pecado mortal.

Como si fuese poco, fue acusado de proteger a un cura que perpetró abusos sexuales contra menores. Fernández admitió el “error”, que más bien debería llamarse encubrimiento.

Cuando fue rector de la Universidad Católica de Argentina hubo quejas por artículos que escribió.

Fue nombrado por Francisco prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe hace menos de medio año, tiempo en el cual este sujeto se ha lanzado frenéticamente a escandalizar torciendo la moral cristiana sobre la sexualidad.

Fernández actúa como discípulo de Asmodeo, demonio de la lujuria. Las conferencias episcopales deberían pedir la remoción de Fernández para evitar que haga mayor daño a la Iglesia.

El papa Francisco también debería renunciar porque definitivamente no es por inspiración del Espíritu Santo que ha nombrado a Fernández en ese dicasterio tan importante. En la Iglesia Católica nadie, ni siquiera el Papa, tiene autoridad para impartir una enseñanza contraria a la moral católica y neotestamentaria, como lo está haciendo Fernández con estas materias relativas a la homosexualidad y transexualidad.

Tanto Francisco como Fernández, con este escándalo, invitan a la tentación de abandonar la Iglesia a algunos católicos, tentación en la que no se debe caer, la fidelidad debe ser hacia la Iglesia y su doctrina de dos milenios, no hacia personas que pretenden deformarla.

 

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La nota de prensa de Fernández defendiendo Fiducia supplicans se puede leer aquí.