Bayly, su bebé y la dictadura de la degeneración en la TV


Urge democratizar la televisión


El día de ayer el Canal 2 insultó una vez más la inteligencia de los peruanos con una hora de conducción del cómico Jaime Bayly, quien arremetió con una inundación de egolatría y morbosidad.


Bayly anunció el embarazo de su pareja, hecho que puede ser aceptable, y que a un conductor razonable no le tardaría más de un minuto. Lo denigrante fue escuchar lo mismo por cerca de una hora. No solemos ver ese bodrio televisivo, pero hemos recibido varias cartas de lectores, por lo cual decidimos verlo, para constatar con nuestros propios ojos.

Comenzó con el anuncio del embarazo y Bayly, o no tenía otra cosa con qué rellenar su programa, o tal vez consume estupefacientes que le impiden darse cuenta que está leyendo una y otra vez más lo mismo, o tiene tanto desprecio por el televidente que cree que se dirige a personas descerebradas.

¿Qué nos interesa que Bayly tenga o no tenga hijo? ¿Por qué el morbo de aparecer con un disco rayado sobre su vida íntima? ¿Qué importan los procesos biológicos de su concubina o si compró Viagra? Para colmo, matizó su vulgaridad admitiendo sus relaciones homosexuales.

Si es homosexual o ex homosexual, ¿por qué promueve su condición? ¿Por qué no la guarde en el ámbito de la intimidad, como hacen los homosexuales respetuosos?  Pero guardar sus intimidades se le podría pedir a una persona decente, no a una vulgar.

Su transmisión fue tan agresiva y nauseabunda como si estuviese narrando lo que pasa desde su baño, contando sus incidencias fisiológicas. Para burlarse del público repetía una y otra vez la palabra amor, degradando así ese sentimiento al ofrecerlo con un paquete de vulgaridad y perversión.

En fin, hay asuntos graves de qué ocuparse en el Perú, pero Ivcher y Bayly deciden lanzar basura a la gente.

Democratización de los medios


En prensa, la televisión y la radio no son lo mismo que la prensa escrita o por internet, donde el público decide comprar o no, ingresar a un sitio web o no. Puede haber 10 o mil diarios, y un gran número de medios de prensa en internet. El público decide si los elige o no.

En cambio, la televisión y la radio merecen un tratamiento especial, pero voraces intereses de estos empresarios y de gobiernos antidemocráticos buscan que estos espacios se conviertan en una dictadura, como la que vemos, aprovechando de que técnicamente es imposible dar autorización a más canales y radios de los que ya existen, por estar ya copadas las frecuencias, que no pertenecen a los empresarios, sino que es el Estado quien las administra.

Así, el gobierno aprista ya va derrochando unos 500 millones de soles (según cálculos de congresistas como Daniel Abugattás) para enriquecer a los dueños de estos medios, que prostituyen su línea para convertirse en sumisos al gobierno, tapando faenón tras faenón y tomando partido por uno u otro personaje político. Esto, sin contar los millones que se les perdona en el pago de tributos, lo cual no se hace con otros contribuyentes, a quienes consideran de segunda categoría.

Lanzando basura horas tras horas, estos medios violan la Constitución, que en su artículo 14 establece que Los medios de comunicación social deben colaborar con el Estado en la educación y en la formación moral y cultural.

Pero los medios, con excepción de Canal 7, Canal 11 y Canal N, se han dedicado a agredir a los peruanos propalando excremento sin cesar.

El caso de Bayly es una muestra de la prostitución de los medios al Gobierno, porque se dedica a distraer, criticando nimiedades, como la gordura de García, su baile y otras tonterías, engañando así al público incauto con un aura de "opositor", pero no habla de los grandes negociados como el gas, Collique, los puertos, los cielos abiertos a Chile y otros graves asuntos de trascendencia. Por supuesto que Ivcher ni Bayly ignoran estos faenones, pero escogen guardar silencio cómplice, convirtiéndose en un brazo derecho de García, a quien promovieron en las elecciones del 2006, donde Bayly dijo que iba a votar por él.

¿Cómo romper la dictadura de la basura?

Es difícil, porque los políticos no osan molestar a los medios por el interés de que no los censuren, los critiquen o emprendan contra ellos una campaña maliciosa. Actitud cobarde que sigue la mayoría, con excepciones.

La única salida es la organización de la ciudadanía para contrarrestar este poder nefasto y exigir se cambien las reglas de juego.

Uno de los modelos más democráticos existe en Canadá, donde un comité de ciudadanos censura a los medios que se exceden en contenidos de violencia y morbosidad y tienen poder para cancelar licencias.

Otra alternativa sería someter la renovación de licencias a concurso público, y no deberían ir más allá de los tres años, donde los postores compitan mostrando propuestas de programación, para que el público democráticamente otorgue la buena pro a aquellos con la mejor propuesta y que se les cancele la licencia si no cumplen con el contenido ofertado.

¿Quiénes serán los ciudadanos o políticos valientes que promuevan iniciativas como esta?