¿En sus marcas?, ¿listos?: ¡Ya!

por Herbert Mujica Rojas


 Pocas son las horas que nos separan del inicio radial de Señal de Alerta. Las coordenadas del suceso ya han sido descritas En el aire http://www.voltairenet.org/article163212.html, el 7 de los corrientes. Y por alguna razón que atribuyo al exceso de entusiasmo, son muchas las personas que generosamente han deseado parabienes, llamado por teléfono, enviado emails, solicitado minutos de entrevista y las ofertas de noticias y casos son múltiples. Este auspicio conmueve y emociona. Pero más que lo anterior, compromete, determina y subraya que el compromiso va por todo lo alto y embebido de la promesa de contribuir con la revolución democrática del Perú y con la ambición imbatible de hacer que la patria sea madre y no madrastra de sus 28 millones de hijos.


Hay temas que casi nunca capturan la imaginación de los conductores o programadores consagrados: los puentes generacionales; la epilepsia como mal social; las guerras asimétricas; la historia, madre y maestra; nuestro frondoso y robusto árbol de taras institucionales; el pecaminoso olvido de la geografía; el compromiso geopolítico desde el nacimiento; la ciencia y tecnología como pilares de una nueva nación moderna; etc. El pretexto manido siempre es el esperpento que aquéllos “no son rentables”.

Del párrafo anterior pueden extraerse conclusiones horrorosas: el peruano en su inmensa mayoría desconoce las riquezas de que es propietario y por eso concede que episódicos y traidores gobiernos regalen vía concesiones, contratos tramposos, faenones en que tirios y troyanos salen indemnes de sus trapacerías; el margesí del patrimonio patrio. Se aplican criterios raciales a enfermedades que atacan al universo completo social, arriba y abajo, no obstante los que pueden acallar las noticias o sus crónicas en los medios padecen igual que los de abajo que, sin distinción de raza, credo o ubicación en el abecedario sociológico ¡no importan a nadie! Grafíquese de un modo trágico: hasta hoy los infortunados padres de los chicos que murieron en el Jockey Club años atrás, no consiguen la indemnización judicial a que ellos aspiran por el malhadado suceso. En cambio, los 400 de Mesa Redonda, con idéntico fin, achicharrados, siguen olvidados, sin apellido, familia o reivindicación. Como si jamás hubiesen sido parte del Perú.

Formamos legiones de abogados cuya misión no es practicar la defensa del desvalido sino la sabiduría en cómo complicar los problemas, alargar los procesos y vivir del dinero, conseguido de todas las formas posibles, que a duras penas acopian los enjuiciados o los reclamantes de justicia. No puede prescindirse, tampoco, del descarado contenido racista que también se emplea en los litigios. Nótese: los grandes tagarotes, forajidos que han robado desde los bisabuelos a la fecha, jamás sufren carcelería. Mientras que hay desdichados que por robar una gallina o una vaca y terminan con sus huesos en las mazmorras-academias de todo tipo de maldad y perversión.

¿Cuál ha sido la labor de la medios de comunicación en promedio? Modelar, perfeccionar, bruñir, al estúpido de a pie que huérfano de autoestima, carente de cualquier clase de identificación con el Ande, con el mar y con la madre tierra, jamás siente nada y no se inmutaría si los anchos confines del Perú estuvieran invadidos por quienes “traen inversión y modernidad y fuentes de trabajo”. Crear seres acríticos, deportivamente ineptos para diferenciar un avión de un teléfono celular, ha sido hasta hoy una de las acciones, por comisión u omisión, preferidas de los miedos de comunicación. Y a eso se llama crimen.

Pretender que a partir de hoy esto cambiará en 180 grados no sólo sería una estupidez simplona, también incurriríamos en abyección e irrespeto a la inteligencia de quienes han hecho de su vida una protesta militante y una sinfonía de amor propio y dignidad a pesar de las inmensas manadas ambientes que simplemente no significan nada. Por tanto, el desafío ya sabe que no enfrenta retos fáciles y por eso pretende emplear mejor su modesto calibre de fuego noticioso.

En el compromiso que hoy  anota su génesis, nuestra investidura de chasqui nos compele a hacer del deber un formidable esfuerzo contra viento y marea para llegar a puerto seguro. Sabedores somos que hay muchas buenas voluntades al alimón en esta aventura. Y como buenos tercos, hay que repetir: ¡La guardia muere, pero no se rinde!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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