Por Marco Antonio Flores Villanueva
Desde Boston, USA


Hasta marzo de este año un pequeño grupo de apristas estuvimos apoyando la candidatura a la secretaria general del partido del c. Jesús Guzmán Gallardo. Esa apuesta no prosperó y, como es natural, es hora de un recambio en el liderazgo de la renovación del aprismo.


En lo que se refiere al suscrito, y a título personal (bueno es aclararlo, porque jamás pertenecí oficialmente al movimiento de JGG, en vista que lo consideraba el candidato “más adecuado”, dado el pobre universo de aspirantes a la secretaria general), a lo largo de su campaña envié desinteresadamente a Jesús Guzmán Gallardo (y también al c. Salgado) por conducto privado, y a veces públicamente cuando se hacía necesario, propuestas concretas y análisis de la situación que enfrentábamos.

En agosto último —en el marco celebratorio de los 30 años de la desaparición física de Haya de la Torre—  tuvimos con Jesús Guzmán Gallardo un encuentro personal en Nueva York que yo celebré, a pesar que días antes de ese evento recibí una impertinente llamada telefónica de Héctor Alva, urgiéndome a no viajar a Nueva York (evento al que fui oficialmente invitado por los apristas de esa ciudad), sobre la base de argumentos totalmente absurdos que ya he comentado en las redes apristas y que él no ha podido desmentir.

En Nueva York no solamente ofrecí un discurso (ver video 1: y video 2:) en el que apoyé la candidatura de Jesús Guzmán Gallardo (a pesar de los temores e infundados celos de Héctor Alva), sino que además converse con JGG en compañía de otros compañeros de los Estados Unidos que se dieron cita a ese evento.

En esa ocasión fui claro al señalar a Jesús Guzmán Gallardo, la importancia de constituir un equipo técnico que respalde, con solvencia intelectual, su candidatura en diversos temas (políticos, económicos, financieros, regionales, internacionales, ecológicos, etc.).

Apunte, además, que esa carencia de un equipo técnico focalizaba su candidatura en su persona (haciéndola sumamente vulnerable y desierta de apoyo) y, de otro lado, no le ofrecía capacidad de respuesta frente a las iniciativas políticas y económicas del oficialismo del PAP, tanto desde el Ejecutivo como desde el Legislativo, pasando por el propio Comité Ejecutivo Nacional del partido.

También señalé a Jesús Guzmán Gallardo que era importante construir una maquinaria política con gente de confianza, especialmente con cuadros del extranjero que no están limitados por la necesidad de conseguir un trabajo -como si lo están, lamentablemente, la mayoría de los compañeros en el Perú- y, por lo tanto, no son presa fácil de la corrupción o la traición. El dijo, vagamente, “estar en eso”.

Se le propuso, además, crear una célula en los Estados Unidos que, además, haría aportes económicos, lo que sería anunciado en un comunicado a su regreso a Lima. Todos los apristas con residencia en Estados Unidos y presentes en esa conversación coincidimos con esa idea, incluido el propio Jesús Guzmán Gallardo.

Otra propuesta, que vino del c. Juvenal Reyes - y que compartí con él, porque coincidió con una iniciativa similar que presenté a otro colectivo pretérito-, fue la creación de una ONG (organización no gubernamental), para afianzar los objetivos políticos del movimiento enlazándolo con las asociaciones civiles del Perú y del extranjero, especialmente de los Estados Unidos, para lo cual tanto el c. Juvenal Reyes, el suscrito y otros compañeros nos pusimos a disposición de Jesús Guzmán Gallardo. La ONG serviría, además, como vehículo para sacar adelante una publicación mensual en el Perú, es decir un órgano de difusión propio para un movimiento de reivindicación hayista (y que, hasta esos momentos, llevaría el nombre de “Pan Caliente”).

¿Qué hizo el compañero Jesús Guzmán Gallardo a su regreso a Lima con relación a todas esas propuestas? Absolutamente NADA.

Se alejó de los que estuvimos con él en la reunión de USA (solamente tomaba contacto con Héctor Alva y Frank Castañón, ambos en Miami, quienes no acudieron a la cita de Nueva York) y se dedicó a grabar más videos. Quiso organizar un mitin por el día de la fraternidad en el Campo de Marte (nada más y nada menos) y luego, menos ostentoso, en Alfonso Ugarte, y luego (bajando aún más la vara) en un pequeño local que se le presentara (por ventura) propicio.

Desestimó, además, la sorpresiva toma del local del PAP que se le propuso en secreto, a pesar que las circunstancias imponían una acción audaz, firme y decidida. Y el famoso mitin, pomposamente anunciado desde su predio político, terminó en una informal reunión de amigos, en las veredas aledañas a la avenida Alfonso Ugarte.

Seguidamente, el candidato sin aparato político, sin cuadros técnicos, sin recursos económicos (por voluntad propia) y con un discurso minimalista (el moral, importante pero lamentablemente el único), se lanzó al congreso del PAP; pero a la distancia, porque jamás cumplió su publicitada promesa de hacerse presente en el local del partido para apoyar a sus supuestos delegados (me pregunto ¿cuáles delegados?) 

Luego vino el escándalo de los audios de Jorge del Castillo y los actos de corrupción que comprometían a Omar Quesada. Se hacía necesaria una declaración formal y pública sobre el particular, señalando la línea política a seguir y denunciando la corrupción en las altas esferas de la dirigencia del PAP. Se redactó entonces un comunicado para ser publicado en el diario “La Primera”.

¿Qué hizo el c. Jesús Guzmán Gallardo?

Primero solicitó, a través de sus allegados, encabezar la lista de firmantes. Se aceptó el pedido. Luego solicitó que se incluyera en el comunicado el logo de su movimiento “al rescate del aprismo”. Se aceptó el pedido. Luego cambios en la redacción. Se aceptó el pedido.

Al final ni el compañero Jesús Guzmán Gallardo, ni sus allegados más cercanos, como Héctor Alva y Frank Castañón, firmaron el documento. Tampoco lo hizo el otro candidato institucionalista a secretario general, Luis Alberto Salgado, quien, parece, se dio por satisfecho con la restitución de sus derechos partidarios, en un congreso fraudulento que designó, no eligió, un Comité Ejecutivo Nacional involucrado con la corrupción.

El comunicado fue publicado por el diario “La Primera” (*) y, a pesar de las pocas firmas que contenía -firmas de un puñado de apristas valientes, decididos y sin pretensiones ni mezquindades -, el comunicado hizo noticia en pleno aniversario de la creación del APRA (7 de mayo), sentando una clara posición frente a la crisis del PAP, una salida a esa crisis (constitución de un Comando Nacional de Acción y nuevo congreso partidario, ideológico, programático y reorganizador de la estructura orgánica del partido), y solicitando, sin temores ni miedo, la renuncia de la Fiscal de la Nación, de un fiscal supremo comprometido con la corrupción, y de otras autoridades políticas y policiales igualmente comprometidas con esa lacra. Y lo más importante: La suspensión indefinida de los derechos partidarios de Alan García Pérez, Jorge del Castillo Gálvez y Omar Quesada y la solicitud del levantamiento del secreto bancario de cada uno de ellos.

Ahora, después del fraudulento congreso “aprista” y la marea alta que dejó la noticia de la corrupción en el interior del partido (actualmente algo calma), Guzmán Gallardo no recapacita, no evalúa lo andado. Por el contrario, continúa tercamente haciendo exactamente lo mismo y con la misma tibieza que lo caracteriza, cometiendo los mismos errores, con las mismas personas mezquinas que lo rodean, a pesar de la dura experiencia y de la realidad que finalmente le explotó en la cara.

Y lo que es peor: El entorno de JGG no es permeable a la crítica alturada. Es más, parecen decididos a acallarla por la fuerza, con el control de una red aprista que hace poco era ampliamente democrática (APRA GLOBAL), o con el uso vitando de la diatriba, del ataque artero y abyecto; es decir, con el uso despreciable, odioso y abominable de todo cuanto ellos condenaban y que provenía de los oscuros rincones amorales de Alfonso Ugarte y Palacio de Gobierno.

Y todo ello en nombre de un liderazgo fallido, torpe, irrealista, desinformado, trasnochado, mezquino, monotemático y que ya cumplió su ciclo.
Por ello, no cabe la menor duda que es hora del cambio y de la juventud, de nuevas ideas y de nuevos y modernos liderazgos colegiados. Es hora de la audacia, de la firmeza, de la fuerza, de la vitalidad, de la acción viril. Jesús Guzmán Gallardo lo sabe perfectamente. Su consejo será siempre bienvenido, pero su conducción política ha llegado a su fin.

Una nueva aurora renaciente debe asomarse para iluminar nuestros ideales y mantener vivo el fuego de la fe.

Boston, 14 de julio del 2010
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