La red en casa

Por José María Jiménez*


La conexión a la red está generando un nuevo estilo de vida que se caracteriza por una cierta vuelta al hogar. Los anglosajones utilizan el término cocooning, que se puede traducir como regreso a los orígenes, al nido o a la matriz.


Pero pasar más horas en el propio domicilio no garantiza que las relaciones familiares sean ni más abundantes, ni, mucho menos, más ricas o más intensas.

La navegación por Internet es una actividad que generalmente se realiza en solitario. Con la llegada de Internet, el individualismo que se enseñorea de muchas familias puede alcanzar niveles preocupantes. Afanados en la búsqueda de contactos con el exterior, se obvia el cultivo de las relaciones con los más próximos, en la terrible paradoja de experimentar en carne propia cómo, en la medida en que disponemos de medios de comunicación cada vez más complejos y más ricos, nos sentimos más solos y más incomunicados.

Además, la conexión a Internet puede llegar a ejercer una influencia más que notable en la educación de nuestros hijos. En el ciberespacio, lo mismo que en la sociedad, podemos encontrar de todo. Lo bueno y lo malo circulan por las mismas autopistas y llegan hasta nuestras casas con idéntica facilidad. De ahí la importancia de extremar la responsabilidad en el consumo de las diversas mercancías que de continuo se nos ofrecen. Internet es, sin duda, una poderosa herramienta que ofrece posibilidades educativas destacables, pero que permite también el acceso a verdaderos basureros espirituales con riesgos para su formación intelectual y moral.

Cómo no tener presente el acoso sexual a menores a través de Internet. Algunos adultos, tras ganarse la confianza de los menores, tratan de obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas que éstos les envían, generalmente bajo presión o amenaza. No es infrecuente que estas conductas acaben en una violación.

Las redes sociales son, según revela la policía, los principales “cotos de caza” de los ciberacosadores.

No se trata de demonizar esos nuevos métodos de relaciones sociales, sino de acentuar las precauciones para proteger a los menores. En España, el 44% de los menores confiesa que se ha sentido acosado en alguna ocasión, el 70% ha respondido a mensajes de desconocidos “por curiosidad”, el 28% entra en páginas pornográficas, según la fundación Pfizer y Protégeles. ¡El 53% de los padres no supervisa el uso de los hijos hacen de Internet!

Un elevado número de padres y madres han renunciado a ejercer un papel activo y regulador en relación al uso que sus hijos hacen de la red. Pero los peligros no vienen sólo por parte de los acosadores sexuales. Tal como opina el Dr. Quintero, jefe de psiquiatría del hospital Infanta Leonor, uno de los más importantes tiene que ver con el empobrecimiento de la comunicación. La comunicación a través de las redes puede deshumanizarnos, hacernos más fríos y menos empáticos e introducirnos en formas de relaciones virtuales en las que el engaño y la impostura son frecuentes y en las que se enajena la autenticidad que es exigible entre los seres humanos.

Estimular el espíritu crítico de nuestros hijos para que no se sientan atrapados en esos modelos de comunicación constituye un objetivo irrenunciable. Hacer de nuestros hogares espacios cálidos y confortables en los que se cultive el diálogo, se incentiven las relaciones personales y se minimicen los riesgos de que alguien quiera buscar fuera el calor o el afecto que no encuentra en el santuario de su propia casa, un reto que a todos nos compromete.

El aumento de hogares que se conectan a Internet está siendo espectacular y el número de adultos y de niños que acceden a sus contenidos desde sus propias casas cada vez mayor. En España, siete de cada diez niños en edades comprendidas entre los diez y los catorce años utilizan habitualmente Internet, según un estudio realizado por N-Economía. Y lo hacen, generalmente, desde sus habitaciones. Mucho antes de haberse producido el boom actual de incorporación masiva a las redes sociales, la Academia Norteamericana de pediatría prevenía a los padres sobre los peligros del uso en solitario de los medios audiovisuales. Desaconsejaba la instalación de televisores y ordenadores en las habitaciones de los niños y recomendaba situar el ordenador en una zona común de la casa para que se puedan supervisar los contenidos.

No se trata de recurrir a una sobreprotección enfermiza que obstaculice el acceso a las tecnologías. Se trata de mantener una actitud que facilite a los menores el manejo saludable y seguro de la red. Advirtiendo de los peligros, imponiendo límites de uso, evitando racanear el tiempo que reclama su familia para perderse en viajes virtuales que no llevan a ningún sitio y dejan huérfanos a los más necesitados de presencias que nada, ni nadie puede reemplazar.

* Catedrático de Filosofía, terapeuta familiar y vicepresidente internacional del Teléfono de la Esperanza

www.telefonodelaesperanza.org