Los Wong y la influencia política

Por Raúl Wiener

Si a mí me preguntaran sobre lo que sé del grupo Wong, contestaría que en mi opinión sí está dentro de lo posible que Erasmo y sus hermanos hayan querido utilizar alguna influencia del gobierno para realizar un desalojo en Andahuasi que ya se intentó varias veces, y en el que están en juego los 50 millones de dólares que dicen haber pagado tras una venta ilegal e inconsulta de acciones por parte de algunos dirigentes de la empresa, que también deben haber recibido por traicionar a sus compañeros.
 
En el 2007, investigué la forma como el Grupo Wong se quedó con varios locales que le fueron alquilados para el funcionamiento de su cadena de supermercados y cómo se sirvieron del apoyo de sus contactos con el Estado, empezando con Fujimori y Montesinos, para falsificar ventas inmobiliarias con terceros y lograr aberrantes resoluciones judiciales. Nadie aclaró tampoco de qué manera ocurrió que el antiguo bazar del Ejército se convirtiera en una gigantesca tienda Metro en Chorrillos y que ahora esa sea una propiedad chilena enclavada en plena zona militar.

La propia entrada de la famosa familia al negocio del azúcar está llena de historias turbias que van desde la sociedad de Genaro Delgado Parker y Jaime Mur, para tomar el control de Paramonga, hasta su traspaso a los Wong que empezaron a soñar en disputarle el mercado de este producto (en plena alza en el mercado internacional) a los grupos Gloria y Oviedo situados más al norte, lugares en los que igualmente lo que menos ha habido es libre mercado y transparencia. Pero sí violencia, fraude e ilegalidades por montón.

El dato es que si los Wong son capaces de pagar para que se les venda lo que no se tenía atribuciones para vender, de manejar jueces que ordenan desalojos a sangre y fuego que la Policía no se atrevió a ejecutar, y de contratar matones para intimidar a los trabajadores, ¿por qué no podrían tantear la posibilidad de que alguien que conocen, que tiene un hermano en el gobierno, les realice contactos policiales para apurar el desalojo, ahora que la suerte les está cambiando en el Poder Judicial?

El general Arteta ha dicho en sus declaraciones que la introducción de Chehade al tema de Andahuasi fue que él forma parte de un gobierno amigo de la inversión. Es decir que la posibilidad de la intervención policial vendría de esa amistad con los que ponen su plata. A mí me hubiera gustado oír dentro de los descargos del vicepresidente Chehade que desmintiera esa simple frase y que nos convenciera que su punto de vista, como parte del actual gobierno, es otro: que el respeto a la inversión privada no significa atropellar los derechos de los trabajadores, que los conflictos no se resuelven a tiros sino con diálogo y que los temas de la inversión no son tratados en reuniones privadas con Policías.

Pero no. Lo que ha hecho el exprocurador es decir, por si alguien no hubiese entendido, que no estuvo en las Brujas de Cachiche como mero parlamentario del gobierno sino como vicepresidente. Y nadie entiende ahora lo que significa una cena informal para agradecerle a un general sus atenciones de campaña y preguntarle algunas cosas ligeras, y que venga con sus amigos, que yo lo hago con los míos, y la rotunda referencia de autoridad que va de la mano de la idea de que su “error” fue hacer el encuentro en un restaurante. O sea que no era informal, aunque se equivocó de lugar.

En otra parte, Chehade le responde a Mulder enrostrándole que en 40 años de político no ha llegado ni a presidente del Congreso, en cambio él… Y ahí uno ve lo que le pasa a este pobre hombre. Para gente como los Wong y otros, éste es el tipo de político ideal. No el que se mira al espejo para preguntarse si es verdad que es presidente, sino el que cree que la hizo bien en las elecciones al meterse a la lista y ahora a gozar del poder.

La Primera