Infiltración ideológica, Casas del Alba y Menchola

Por Rocío Ferrel


En rechazo a la manipulación por parte del congresista Walter Menchola del grupo parlamentario que investiga a las Casas del Alba, presentan hoy su renuncia los congresistas Víctor Isla Rojas y Edgard Reymundo, quienes denunciaron que Menchola trató de imponer su posición unilateral.


La investigación intentaba probar la vinculación de las Casas del Alba con actos subversivos y trabajo de adoctrinamiento político chavista y venezolano en territorio peruano, para lo cual inclusive llegaron a levantar el secreto bancario y tributario de más de 60 personas, pero aún con ello fueron incapaces de probar siquiera un cargo menor por los presuntos delitos.

Circo por el escándalo Menchola

Es de dominio público el caso protagonizado por el congresista Menchola, quien utilizó los recursos públicos para realizar un contrato fantasma de Karen Ku, con quien presuntamente sostenía una relación de concubinato, escándalo que incluso fue “coronado” cuando la esposa de Menchola lo echó de su casa y tuvo que dormir en un hotel.

Este martes hemos visto acudir, citada a la comisión del Congreso que investiga las Casas del Alba, a Carmela Chumbiray Perry, ciudadana que participa en actividades de amistad con Cuba, quien al percatarse de que era Menchola quien presidía la comisión y se aprestaba a interrogarla, se negó a responderle, “es un inmoral”, espetó en alusión a su escándalo con Karen Ku, tras lo cual se frustró la sesión, condimentada por las risas de varios de los presentes ante la reacción de Chumbiray.

No es Chumbiray sino el mismo Congreso el que provoca este circo. Sabemos que la ley y el reglamento del Congreso permiten la permanencia de personajes como Menchola y otros tránsfugas e indeseables, sin que el propio Congreso sea capaz de legislar o al menos modificar su reglamento para cortar las ramas podridas ante la fuerza de las pruebas que los incriminan; por ello vemos que los acusados piden disculpas (otros ni siquiera eso) y muy contentos vuelven a dar cara a la población con ínfulas de fiscalizadores, investigadores o moralizadores.

La situación se torna más grave y ridícula si estos personajes apestados no se conforman con un segundo plano (dado el fuerte y desagradable olor que despiden), sino que buscan protagonismo, lo cual es alentado por sus propios partidos y el Congreso. Así, Menchola, en lugar de limitarse a actuar en un segundo plano, para atenuar los malos recuerdos del escandaloso contrato de su “amiguita”, fue encumbrado a la presidencia de una comisión investigadora, ni Unidad Nacional ni la mayoría del Congreso cuestionaron el atrevimiento.

Mal hacen en lamentar y rasgarse las vestiduras aduciendo que Chumbiray faltó el respeto a Menchola, cuando en realidad esta señora expresa el repudio de la ciudadanía a la mala conducta de numerosos congresistas. Es el propio Congreso el que provoca estas situaciones.

Injerencia extranjera


Que un gobierno se preocupe por la injerencia extranjera en los asuntos internos nacionales es normal. Lo malo es ese afán de tirar palazos al aire en medio de aspavientos acerca de las Casas del Alba. Si tan enemigo del chavismo es el gobierno, ¿cómo así es tan incapaz de encontrar pruebas a más de dos años y medio en el poder, al punto que ante el fracaso de la investigación del poder ejecutivo buscan que el Congreso “encuentre” algo? ¿Para que está el cuerpo de inteligencia de la Policía Nacional?

Todo indica que lo más probable es que se trate de una más de las cortinas de humo que el gobierno lanza para distraer al público de los asuntos que verdaderamente lo afectan: la corrupción en las altas esferas, el creciente control chileno de la economía peruana, el alza del costo de vida, la falta de empleo, la inseguridad ciudadana, etc.

Y si tanto se preocupan por la infiltración extranjera, ¿por qué no se preocupan de la infiltración chilena, que es más peligrosa por provenir de un país enemigo y vecino? Si se trata de eliminar las influencias perniciosas se debe establecer prioridades y pensar primero en los enemigos del Perú, y después en las influencias de países que históricamente no han mostrado hostilidad hacia nosotros.

Chile es un país históricamente enemigo del Perú, su desenfrenada ambición está enraizada en sus ciudadanos y gobernantes que miran a nuestro país como botín para su desarrollo frenando y colocando rémoras a nuestro progreso a través de agentes que se infiltran en las más altas esferas del poder y los medios de comunicación.

Ejemplo de nefastos actos de penetración consentidos por traidores son:

La colocación en la Escuela Naval del infame busto al hampón chileno Arturo Prat (ver: García y Wagner humillan a la Marina de Guerra)

La introducción de contenidos malsanos y ocultadores de la barbarie chilena en los libros de Historia del Perú en las escuelas (ver: ¡Infamia contra escolares al descubierto! y ¡Lavado cerebral a escolares promovido por Ministerio de Educación!)

La compra de periodistas, oenegeros, historiadores, sociólogos o políticos (de izquierda y derecha) que, mediante coctelitos en la embajada chilena y otra clase de prebendas prestan su lengua y plumas mercenarias para defender los intereses chilenos aun cuando éstos son siempre perjudiciales a las legítimas aspiraciones peruanas (ver: Crisis de la profesión de Historia)

La penetración de militares chilenos en nuestra selva, donde se les permite acciones de propaganda mediante dádivas (le llaman acción cívica) y movilización que son gasto para el gobierno peruano. De ser cierta la propaganda venezolana, por lo menos les cuesta a ellos y es médicamente valiosa, en cambio, la propaganda chilena la tenemos que pagar los peruanos, porque el ejército se mantiene con el dinero de nuestros impuestos y son nuestros militares quienes se movilizan acompañando a los militares del país enemigo en sus acciones de propaganda.

Confirmando lo tratado en la visita semiclandestina del general Otto Guíbovich a Chile, para entrevistarse con el general chileno Oscar Izurieta Ferrer, como si éste fuera su superior, hace dos semanas el general Guíbovich declara que, efectivamente, se está previendo acción conjunta de militares chilenos y peruanos en casos de catástrofes naturales. ¿No entró este general a su actual cargo con el pretexto de que era un militar y no político, como su antecesor Donayre? Sin embargo, por su ignorancia política o sus limitados alcances intelectuales, ¿no se da cuenta Guíbovich de que la “justificación” que da para que militares enemigos se infiltren en el Perú implica una crítica directa al actual gobierno peruano? Por supuesto: lo que está diciendo este general es que el Estado y el gobierno peruanos no están suficientemente preparados para enfrentar catástrofes naturales y, por tanto, necesitan la mano salvadora de la fuerza armada enemiga.

Recordemos que:

  • Chile asesinó a peruanos y saqueó nuestro país en la guerra de rapiña (lo cual reviven a menudo llamando héroes a sus criminales) y continúa con sus actos de hostilidad al colocar minas que pueden costar la vida de peruanos, en violación de la Convención de Ottawa. Venezuela nunca atacó al Perú. Más bien Guzmán Blanco, presidente de Venezuela, fue el único que en Sudamérica condenó frontalmente la invasión chilena.
  • Chile nos roba tierra (cuatro hectáreas de Tacna) y mar (cerca de 38 mil kilómetros, lo que motiva la demanda en La Haya); Venezuela nunca nos robó ni nos roba un centímetro de tierra ni mar.
  • Chile tiene inversiones en nuestro país con plan para usar su ejército contra el Perú; Venezuela tiene pocas inversiones en el Perú y no tiene, como Chile, un Libro Blanco en el cual salvajemente promueven la guerra para defender sus inversiones.

Si se trata pues de injerencia externa, entonces prioricemos y comencemos por eliminar las más negativas para el Perú, que son las de Chile, país enemigo.