Contraloría: entre amigotes se entienden


por Herbert Mujica Rojas

La bancada oficialista habría incursionado en el tramo final de conversaciones con su par de Unión Nacional y los fujimoristas, para presentar una nueva “terna” de candidatos a la Contraloría. El gallo de tapada entre dos chicharrones carbonizados Mayen Ugarte y Fuad Khoury, sería ni más ni menos Edgar Alarcón, amigote íntimo del bueno para nada y ex contralor Genaro Matute, a su vez, cófrade de quien presidiera la Comisión de Fiscalización del Establo, Javier Velásquez Quesquén. Hasta donde se sabe, este último tiene mando en el Congreso. Como se ve, la armonía y la amistad tienen en este capítulo republicano, cuotas de muy alta presencia.


El señor Alarcón, luego de haber estado algunos buenos años en Lima, fue trasladado a Arequipa ciudad en que ejerció como contador. Cuando Rosa Urbina, poderosa madonna en la Contraloría, pesca episódicamente el dominio de la institución, y por el culto a la amistad, rescata del sur a Alarcón y lo repone en Lima y tras una que otra maroma consigue que don Edgar arribe a la gerencia general.

Su experiencia —la de Alarcón, ciertamente— en auditorías es casi nula. Si figura en dos o tres es porque consideran los sabios estrategas que no debe integrar la terna en orfandad absoluta de experiencia en esta clase de disciplinas. No obstante, viejos leones de la Contraloría han afirmado que el señor de marras posee escasa preparación y mínimos —si alguno— méritos propios. Pero es el gerente general y eso provee del látigo en las entidades públicas, sobre todo.

Pero ¿garantizaría don Edgar Alarcón, siendo amigote de Rosa Urbina, a su vez, amiguísima de Genaro Matute, imparcialidad desde la Contraloría? Sólo un minusválido o miope cerebral se atrevería a decir que sí. Sabido es que los parlamentarios apristas han tachado a la Urbina porque fue sacada de la Contraloría y repuesta ¿adivinen por quién?: ¡sí, el mismo: Genaro Matute! Pero la troika es siniestra y se deben favores y, sobre todo, silencios.

Pasemos ahora al dicharrachero Javier Velásquez Quesquén quien, cuando estuvo al mando de la Comisión de Fiscalización no investigó ni destituyó a Matute, célebre por hacerse el loco con casos de delitos flagrantes como, por ejemplo, los US$ 5 millones que depositó la ex ministra Verónica Zavala en el NBK que luego quebró, damisela a la que jamás nadie tocó y enjauló. ¿Cómo así que Matute no fastidió para nada los dos primeros años de gobierno del actual régimen? O, esto es una especulación simple, ¿Velásquez sabe muchas cosas que el común de la gente desconoce y que comprometen a Matute? Este es el caso de un funcionario que se llevó el dinero del pueblo, mes a mes en forma de sueldos, guardando un silencio sepulcral durante largos y oprobiosos años. Aunque ahora ha despertado de su letargo como habría ocurrido la semana pasada en su almuerzo con el titular del Parlamento.

La otra candidata, Mayen Ugarte es de casa y además carga con el lastre de haber sido propuesta por la mediocrísima comisión Webb cuyo ridículo es insuperable. En cualquier país del mundo, ya se hubiera dispuesto, de grado o fuerza, que esos mandarines, Webb, Blondet y Garatea, devolvieran el dinero que recibieron como sueldo para producir desfachateces inverosímiles.

Otro tanto ocurre con Khoury que es un ilustre neófito en el Sistema Nacional de Control.

Ergo, si hay dos quemados, ¿quién entraría como por un tubo?: don Edgar Alarcón, garantía indudable e integérrima de un contralor que NO controlaría ¡absolutamente nada!

Quien diga que en Perú el amiguismo es un negocio no rentable, yerra. ¿Alguien diría lo contrario?

Tomar a lo serio, cosas del Perú, enunció Manuel González Prada.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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