Bagua, la curva del diablo y la selva del Perú

 

Por: Luis Iberico

Responsable Político de Alianza Para el Progreso en Lima

 

La selva ha sido convertida en una ciénaga de sangre. Odios y rencores que burbujean en el fondo de una historia enmarañada vuelven a brotar. Surgen como los oscuros escupitajos del codiciado petróleo. O se derraman como las lágrimas del caucho llorando el paso de sus conquistadores.

 

Ya son más de veinte los policías muertos a balazos, o degollados, o envenenados con lanzas ponzoñosas. El número de civiles -nativos o colonos- aún se desconoce y parece importar menos, aun cuando todas las muertes pesan igual y duelen lo mismo.

La Curva del Diablo convertida en un infierno; la jungla en un callejón que no deja salidas; las olvidadas ciudades amazónicas en regueros de sangre y gases lacrimógenos, y las instalaciones petroleras en trampas para policías abandonados a su suerte.

¿Qué está pasando en el Perú?

Se está repitiendo la historia de siempre y –por ahora- sin final. Valen más los intereses del desarrollo occidental que la existencia de puñados de peruanos marginados que habitan  en el corazón de nuestra más grande reserva de biodiversidad.

Decretos legislativos que no fueron consultados a esos pueblos, ni debatidos en el parlamento que otorgó silenciosas facultades al gobierno, despiertan en la selva el demonio de la desconfianza y reavivan viejas heridas que jamás cicatrizaron. Eso es lo que pasa.

Al margen de la repartición de culpas entre humalistas, gobiernistas, dirigentes nativos violentistas, fujimontesinistas, Lourdes y Toledo. Al margen de las conferencias de prensa y las mociones de censura y la codiciada cabeza de Yehude Simons. Al margen de la cobertura minuto a minuto de los medios, de las conferencias de prensa y los editoriales.

Al margen de todo lo coyuntural, de todo lo que en unas semanas será periódico de ayer, lo que hay en el fondo es una exclusión histórica de pueblos que habitan una selva de la cual ayer se extrajo caucho y hoy se extrae petróleo y gas, o se extienden los cultivos de la palma aceitera, o se busca rozar miles de hectáreas de bosques y sembrar especies extrañas para producir biocombustibles. Todo eso a cambio de poco, o casi nada.

¿O usted ha visto algún buen colegio, una gran universidad, un instituto de investigación de tecnologías de punta, modernos hospitales, mega puertos o supercarreteras en esa parte del Perú donde también hay peruanos?
Eso es lo que pasa.