Herbert Mujica Rojas

Dura crítica, hasta feroz diríase, la vertida por Jesús Guzmán Gallardo que ha lanzado, desde hace meses, sin respuesta alguna, el reto a un debate público y democrático, en el interior del Partido Aprista. ¿Cuánta razón le asiste al ex diputado y funcionario del primer gobierno de Alan García Pérez? ¿y cuánta no? Una expresión serena no puede presumir de fanatismo y cerrazón condenables desde todo punto de vista. Nadie podría objetar que la ineptitud gubernamental tiene no poca culpa en los trágicos sucesos de la semana pasada. Pero ¡no sólo ellos! ¿qué se puede decir de un Establo en que todos han sido parte de esta noche negra productora de embelecos envenenados de estupidez a granel e idiotez a raudales? ¿quién tira la primera piedra? Desde el oficialismo ramplón a la grita iletrada, no hay diferencia alguna. Unos y otros incurren en miopía criminal.
Jesús Guzmán aporta razones que son terminantes desde la atalaya de su experiencia partidaria que supera más de cuatro largas décadas de acción y entusiasmo. Ha conocido hombres y mujeres de enorme capacidad tanto en la exégesis como en la práctica política y, es cierto, acaso tenga, como muchos otros, la reminiscencia insustituible de evocar a gente que era decente hasta en el yerro y en la hidalguía de reconocer semejantes baches comunes en la vida política. Lo que existe hoy es cualquier cosa, menos equilibrio o limpieza, por eso su artículo coyuntural deviene importante porque cuestiona a la única agrupación electoral aún vigente en el país. El resto son respetables y minúsculas células plenas en buenas intenciones, mayúsculas ayudas dinerarias pero intelectualizadas —y a veces mercenarizadas— pandillas que lucran con la pobreza y el derecho de nuestros pueblos a vivir bien. Así de simple. Por ello, el cuestionamiento de Guzmán tiene capital importancia, tanta que habría que preguntarse ¿estamos en el prolegómeno del final o en el pórtico de nuevas etapas en un viejo cuerpo que ya resiente el óxido por todas partes? La respuesta o las satisfacciones a estas inquietudes, son urgentísimas. (hmr)

La masacre del 5 de junio por Jesús Guzmán Gallardo*; Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 6-5-2009

“De aquí que los demagógicos lemas autoritarios del caudillaje militarista Criollo “restauración”, “justicia”, progreso material”, “poca política y mucha administración”—o como el del prototipo cavernícola general JuanVicente Gómez: “orden, paz y trabajo”—recuerden a los del totalitarismo que desencadenó en Europa y Asia la segunda guerra mundial.”

HAYA DE LA TORRE, “Treinta años de Aprismo”, p 442, Obras Completas, 1976.

Lo dije en enero de año en curso: “Este gobierno no es aprista”, y ahora lo repito y  reafirmo con la misma convicción y sin temor alguno, habida cuenta de los hechos trágicos acaecidos  el día de ayer, que enlutan al país y cubren con un manto lúgubre la frágil democracia en que vivimos. Y lo más indignante es que los responsables son aquellos que tienen la desfachatez de autotitularse “apristas” sin el más mínimo respeto por los principios que siempre animaron la vida del Partido Aprista y de su fundador y conductor Víctor Raúl Haya de la Torre, juntos con los amigos y compadres  que cual aquelarre de inconsecuentes, irresponsables y autócratas dirigen los destinos de nuestra patria. Si de veras hubieran conocido la historia del APRA y su doctrina, la solución a la demanda de nuestros hermanos nativos de la Amazonía, que es justa y razonable, la habrían encontrado en 24 horas sin esperar a mancharse las manos de sangre como cualquier régimen tiránico. Son vergonzosas las declaraciones del presidente de la República, del presidente del consejo de ministros, de sus pares y epígonos como la ministra de Justicia que se llenan de valor con el apoyo de la prensa hablada y escrita de la derecha para tildar a las etnias amazónicas de “terroristas”, de “complot contra el gobierno, de “desestabilizar la democracia”, “de impedir el desarrollo del Perú”, frases que nos recuerdan las que esgrimían los dictadores en circunstancias parecidas.

Y lo más grave es que nadie asume con coraje su responsabilidad política como si lo que ha sucedido no fuera más que rutina a la que debiéramos acostumbrarnos. Yo siento vergüenza ajena por la forma cómo el gobierno actuó en complicidad con el Congreso vasallo que postergó la solución irresponsablemente, olvidando cómo los apristas a lo largo de la historia sufrimos en carne propia la represión cruel de los sátrapas de turno por demandar justicia y libertad y ahora lo hacen igual presionando al Poder Judicial  para que detengan a su máximo dirigente. ¿Es tal vez que se olvidaron, o no importaba, que fuimos perseguidos sin tregua por los gobiernos que de espaldas al pueblo criminalizaron las protestas sociales y respondieron con balas y metralla asesinando a Manuel Arévalo, Luis Negreiros Vega, y a miles de mártires apristas?. No, lo hicieron con conocimiento de causa por lo cual  reafirmo que Alan García y sus seguidores no son ya apristas, si alguna vez lo fueron.

Es la suscripción de la política de “El perro del hortelano” lo que pone al gobierno al lado de los más ricos y poderosos, lo que explica su conducta irracional y terca en contra de los intereses de los trabajadores manuales e intelectuales y los hace obsecuentes con el imperio, firmando TLCs a diestra y siniestra sin importarles las consecuencias como las que ahora lamentamos aislándose de la integración continental y proclamándose campeones del neoliberalismo trasnochado y fracasado.

Si a todo esto le sumamos el fraude electoral de las últimas elecciones internas del 24 de mayo, la frustrada salvación de un amigo del gobierno y magnate de la televisión urdida por la Sunat, veremos que se hace más urgente que nunca la inmediata convocatoria al Congreso nacional del Partido Aprista, para hacer un deslinde definitivo con el gobierno, cesar a la dirigencia cómplice y devolverle una identidad a nuestro movimiento que nunca debió perder.

Sin avalar ninguna forma de violencia, reitero la inmortal admonición de Manuel González Prada: “Ya no es posible callar, rompamos el pacto infame de hablar a media voz” y  me adhiero a la frase de respuesta de Miguel de Unamuno al fascista Millán Astray, que gritó sin respeto al claustro universitario ¡Viva la muerte!, y que el insigne intelectual retrucó con valentía: ¡Viva la vida!.

*Candidato a la Sec. Gral del PAP y ex Secretario General Colegiado en el CEN con Haya de la Torre.