Evo Morales: ¿ebrio o envenenado?


Dice que no da “grito de cantina”


Tras las aseveraciones del presidente Alan García, quien señaló que no responde a “gritos de cantina”, refiriéndose a las críticas del presidente boliviano Evo Morales, quien afirmó que García es “uno de los peores presidentes del mundo”, ahora Morales alega que no se trata de gritos de cantina.


“No es un grito de cantina” cuestionar el modelo neoliberal, espetó Morales, a lo cual agregó, aludiendo a García, que es traidor de sus ideas y principios políticos.

“Que no es un grito de la cantina cuestionar al modelo neoliberal. El cuestionar un modelo que trae muchas diferencias económicas, asimetrías de familia a familia, de país en país, de continente en continente; cuestionar ese modelo económico es defender la vida, defendiendo el planeta tierra”, afirmó Morales.

“La calidad de las personas se mide por su consecuencia política y la fidelidad de sus principios”, continuó Morales recordando la antigua posición “antiimperialista” de García Pérez.

Morales envenenado por el gobierno chileno


Más que un presidente racional, en los últimos meses Evo Morales parece una mascota amaestrada por el gobierno de Michelle Bachelet, que lo llena de ofrecimientos hasta imposibles, como el planteamiento de dar a Bolivia una salida soberana por el mar que es dominio peruano. Por ello Morales es incapaz de reclamar a Chile una salida por el territorio que Chile le robó y nunca quiere hablar de este latrocinio chileno contra Bolivia.

Las críticas de Morales contra el genocidio de indígenas en la selva podrían interpretarse como un acto de sensibilidad y una actitud defensora de los derechos de los pueblos autóctonos, sin embargo, Morales guarda el silencio más sepulcral cuando se trata de la persecución que sufren los indígenas chilenos, a quienes se les despoja de su territorio y cuyos líderes sufren cárcel, lo cual no es más que una muestra del doblez de Morales.

El presidente boliviano también calla y no critica a Chile por mantener un monumento al criminal presidente Montt, quien pagaba por cada cabeza de indígena muerto. Adicionalmente, Chile honra a Montt con el nombre de una localidad: Puerto Montt. Sobre esta apología a la matanza de indígenas, Evo Morales guarda ecrupuloso silencio. Vemos pues que Morales no es más que un defensor de barro de los derechos humanos y de los derechos de los indígenas. 

Además, cuando el gobierno peruano protestó hace unos meses por la injerencia de Morales en los asuntos internos peruanos, el mandatario boliviano respondió con un disparate: dijo que sólo está aconsejando. No puede gobernar a la caótica Bolivia, pero pretende dar consejos al Perú.

Por otro lado, Morales critica al Perú por dar asilo a personajes políticos acusados de crímenes, pero calla cuando el Perú le exige que entregue al terrorista del MRTA Walter Chávez. Bolivia no sólo que esconde al terrorista dándole la condición de refugiado político, sino que lo mantiene como asesor del gobierno boliviano.

Siendo el MRTA un grupo terrorista infiltrado por chilenos, no es de extrañar la actitud de Morales y el agrietamiento de las relaciones entre el Perú y Bolivia, pues desde antes de 1879 es y sigue siendo de interés de Chile el enfrentamiento entre el Perú y Bolivia.

Ciertamente, Evo Morales no parece un tanto beodo de cantina, más parece una mascota envenenada por el veneno reptilesco del gobierno chileno, que anula su capacidad de raciociniio.