Tratan de imponer la “memoria popular” contra la memoria oficial

Al descubierto politización en museo de la memoria



Plinio Esquinarila;
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Lo había anunciado Salomón Lerner Febres, ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que el Museo de la Memoria a construirse en el Campo de Marte no tendría ningún sesgo ideológico ni político porque contaría con la presencia de todos los sectores: militares, policías y víctimas de ambos lados. Del mismo temperamento, el escritor Mario Vargas Llosa sostuvo que el museo deberá mostrar, “por igual”, los crímenes de Sendero Luminoso y los métodos fascistas con que Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori los combatieron.


¿Será cierta tanta promesa de equilibrio y apoliticismo? En esa perspectiva, ¿se sentarán al fin, reconciliados todos, los actores principales de la lucha antiterrorista —Sendero Luminoso y la Fuerza Armada— con las víctimas campesinas en medio, para promover entre ellos la reflexión, el debate, sin propaganda política alguna, siempre en medio de la magia salvadora de un museo aun imaginario, que deberá representar —afirman— con objetividad y espíritu amplio, la tragedia vivida por los peruanos en las dos últimas décadas del siglo XX?

“No se va a consultar”
Ante esos hermanamientos prometidos, un desconfiado general Francisco Contreras, jefe del Comando Conjunto, declaró el 03 de agosto del 2009 a la agencia Andina: "Queremos que la reconciliación sea equitativa y que resalte la labor de las Fuerzas Armadas, y que sean los que defienden a la Nación quienes tengan un lugar preponderante en este museo [que debe darnos] el lugar que nos merecemos", dijo a nombre de la Fuerza Armada.
Era un mensaje tácito a quienes pretenden que el museo muestre que la derrota del terrorismo ha sido el capítulo más vergonzoso de nuestra historia republicana por la supuesta violación sistemática de los derechos humanos por parte de la Fuerza Armada, en particular el Ejército.
Recuérdese que desde el sicoanálisis Jorge Bruce afirmó que “ (…) la verdad que se abre paso en el Informe de la CVR nos coloca frente a un escenario dantesco de abusos masivos, injusticias sin cuento, torturas, violaciones y asesinatos, atrocidades sin límites, en donde los senderistas no eran los únicos malos sino que en cierto sentido —lo que hace las cosas todavía más difíciles de procesar—, acaso no fueron los peores.”. (Blog Espacio Compartido).

La respuesta a las desconfianzas de Francisco Contreras  provino de Fernando de Szyszlo, integrante de la Comisión de Alto Nivel para la ejecución del Museo de la Memoria, quien entrevistado por La República el 10 del mismo mes de agosto, y ante la pregunta “¿mantiene su posición sobre que los militares no serán consultados para el Museo de la Memoria?”, no pudo ser más claro en su reafirmación:

-Sin duda, no se va a consultar. Se les ha pedido material para completar lo expuesto en Yuyanapaq: fotografías, datos, etc.-.
Como se puede leer, en el resbaladizo terreno de la reconciliación nacional, toda unanimidad es engañosa, incluso entre los mismos integrantes de la referida comisión.

Hay un uso político innegable

Está claro entonces que implementar un museo de la memoria sin sesgos ideológicos o “sin propaganda política alguna” es mera retórica, lo que se corrobora con la experiencia internacional. “La palabra “museo” genera expectativas y suspicacias. Erigir un museo es hacer física una forma de recordar. La pregunta que surge es “¿cuál(es) memoria(s) dictaminará(n) la línea del museo?”, escribió el historiador Luis Salcedo Okuma, de la Universidad Nacional de Córdoba. (Ver Blog La Bitácora de Hobsbawm).
Y es que en el caso argentino, la memoria pretendida no se entiende como una búsqueda de reconciliación sino todo lo contrario: “Ni olvido, ni perdón” es la arenga, por la brutalidad de la última dictadura militar, afirma Salcedo Okuma.

“Sin embargo detrás de esa justa reivindicación de memoria se esconde un uso político innegable. Los museos, espacios donde la memoria se hace visible, muy visible, son esencialmente políticos. Es pues lo más correcto que sean plurales y democráticos, aunque a veces las posiciones de memoria sean irreconciliables”.

Imponer la “memoria popular”

Pero hay más. Aquel supuesto apoliticismo y equilibrio se rompe por razones incluso doctrinarias ligadas a la globalizada izquierda caviar. En un extenso material publicado en Internet (1) se probó que los cerebros de esta corriente política internacional desde hace buenos años tratan de imponer, en todo conflicto de proporciones, como un libreto, como una derivación de sus informes finales de las comisiones de la verdad —sea en Argentina, Chile, El Salvador o Ruanda—, precisamente la construcción de museos de la memoria hechos a su medida y semejanza políticas.

Con el agravante que en el trasfondo tratan de suplantar la memoria oficial, incluido histórica, por la “memoria popular” de los supuestos marginados y oprimidos, con el cuento de que el poder constituido y sus elites buscan la impunidad y no son autocríticos.

Se afirmaba en ese trabajo que activistas de derechos humanos tipo Kimberly Theidon, antropóloga norteamericana experta en comisiones de la verdad, la misma que inspiró la película “La teta asustada” de Claudia Llosa, buscan, con obsesión estratégica, y así lo afirma en un artículo por ella escrito (2), que “una meta de las Comisiones de la Verdad es construir nuevas narrativas de la nación que sean más inclusivas de las experiencias de los grupos que han sido históricamente marginados. Desde esta óptica, la idea es suplantar —subraya— la ‘memoria oficial’ por la ‘memoria popular’”, o la memoria de la llamada “sociedad civil”, que para el caso peruano son las ONG políticas.

Claro que el pretexto es la inclusión, sobre todo del género femenino, pero su derrotero apunta o lo que la misma Theidon precisa en forma tácita como enemigos: el "Estado", los "grupos dominantes", en fin, la "memoria mala o represiva". Esto en contraposición a la "memoria popular" a la que considera como la "memoria buena o emancipatoria".

Maniqueísmo
Dicho esto, sea el lector el que saque sus conclusiones de si es cierto aquel apoliticismo y equilibrio pregonados por los museístas, o es que estamos ante una manipulación política caviar que busca imponer esa “memoria popular” como política de Estado.

Es pues obvio que esa estrategia pasa por sacralizar o hacer intocable el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, su logro político y programático más importante, sacralización que va de la mano con la satanización a todo aquel que no está de acuerdo con dicho informe, enrostrándole la especie de que no valora los derechos humanos y por tanto es partidario de la impunidad. Maniqueísmo puro.

Y es que las dos posiciones —la que privilegia la defensa de los derechos humanos y la que hace lo mismo con los logros de la guerra antiterrorista y la pacificación nacional— son válidas siempre y cuando no se llegue a la descalificación, como sucede con los activistas de derechos humanos respecto de su contraparte.

Como quiera que el presidente Alan García ha cedido, por puro pragmatismo y temores políticos ante el musíesmo organizado y su aparatchik mediático, y en vista que la posición de los partidarios de la CVR se ha hecho fundamentalista, sobre todo en la persecución a los militares que derrotaron al terrorismo, no hay otra salida que revisar ese informe, porque no es obra sagrada de los dioses sino obra oficial de seres humanos a quienes se les dio esa misión mediante Decreto Supremo Nº 065-2001-PCM, del 04 de junio del 2001, complementado por Decreto Supremo Nº 101-2001-PCM. Este tema será materia de otra entrega.

(1) http://www.kaosenlared.net/noticia/tetas-asustadas-museos-memoria
(2) http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/145/pag16.htm
http://www.expreso.com.pe/edicion/index.php?option=com_content&task=blogcategory&id=65&Itemid=80