Cortinas de Humo y Ganchos: 


por Marco Antonio Flores Villanueva, desde Boston, USA


El presidente de la república está promoviendo, con inusitado entusiasmo, un referéndum que busca la constitución del denominado Voto Facultativo y, de otro lado, la renovación por tercios del congreso de la república.


En mi artículo “¿Que hay detrás del debate en torno al Voto Facultativo?”, me he referido oportunamente al despropósito interesado de esa específica iniciativa (ver artículo reproducido en su totalidad como un Anexo al final de esta entrega).

Por ello voy a ocuparme en esta entrega a la propuesta presidencial de la renovación por tercios del congreso de la república.

Esta iniciativa presidencial, aparentemente sana, que recoge la propuesta de la Célula Parlamentaria Aprista en el seno del congreso, tiene en realidad antigua data como “planteamiento político de García” frente al tema de la reforma del estado. Y he aquí la verdadera intención de la propuesta.

Porque si echamos un vistazo al Plan de Gobierno del PAP para las elecciones generales del 2006, encontramos que la propuesta de la renovación por tercios del congreso fue ofrecida por García originalmente como una renovación por mitades del parlamento en el intermedio del período presidencial, oferta electoral con carácter de urgencia que debió materializarse dentro de los 180 días (o de los 6 meses) de iniciado su mandato presidencial, por un congreso con facultades constitucionales[1].

De haber cumplido García con lo que ofreció al país, ya sea a través de un congreso constituyente, o enviando de inmediato el proyecto de ley al congreso y, claro está, asumiendo la aprobación de ese proyecto por el parlamento en dos legislaturas ordinarias sucesivas con la votación favorable superior a los dos tercios del número legal de congresistas[2], la ley de renovación, no por tercios sino por mitades del congreso, se habría aplicado exactamente en enero del 2008, es decir durante el mandato presidencial del propio García,

Punto importante que considero pertinente, porque aclara lo trascendental del elemento “oportunidad” del ofrecimiento, toda vez que de haberse concretado, y a tiempo[3], habría puesto al gobierno de García a disposición del severo censo ciudadano que, a tenor de las encuestas de entonces y de ahora, no eran, como no lo son ahora, favorables ni al Ejecutivo ni a su representación parlamentaria.

En segundo término, la propuesta original de García de renovar por mitades el congreso estaba incuestionablemente y claramente unida, ligada y atada a otra importante y trascendental propuesta, consecuencia de la primera: Reformar el régimen presidencial, con un Presidente como Jefe de Estado y con un Primer Ministro como Jefe de Gobierno, asentado en la legitimidad del Congreso de la República (es decir, envestido por ese poder del estado)[4].

Punto importante que también considero pertinente, porque prueba la interesada castración del renovado ofrecimiento presidencial, que está ahora dirigido únicamente a un futuro escenario político sin García en el poder.

Porque, aclaremos a los incautos, ni el presidente García deseó (ni jamás lo quiso como candidato) a un Jefe de Gobierno envestido por la oposición parlamentaria y, claro está, a la mitad del congreso contra él.

Porque lo que realmente quiso el candidato García (y el partido secuestrado por él) con las espectaculares propuestas electorales de renovar la mitad del congreso a la mitad de su mandato y crear la figura del Jefe de Gobierno envestido por ese poder del estado, fue ofrecer - tanto a la derecha asustada por su primer desastre estatizante como a la mayoría de país sobreviviente de la superinflación de aquél nefasto quinquenio - una prenda, una garantía, un certificado a priori de buena conducta, otorgado a través de “controles políticos” que pondrían coto a sus posibles exabruptos como primer mandatario de la nación.

Claro, aquél era el candidato presidencial anatemizado y en el fondo de las encuestas electorales. Y no olvidemos que in illo tempore la derecha oportunista del Perú no se imaginaba la pesadilla, el odioso escenario, la disyuntiva aterradora de votar por García en una segunda vuelta electoral enfrentando a Humala. Lourdes Flores Nano brillaba en el porvenir de los Miro Quesada, de los Romero y de los Graña y Montero.

Ahora García y sus nuevos aliados, es decir los Miro Quesada, los Romero y los Graña y Montero, tienen otras preocupaciones que les quitan corporativamente el sueño de continuar en el poder: Los petroaudios, la corrupción política generalizada, el rechazo al gobierno por la mayoría ciudadana. cansada de esperar un “goteo” que jamás llega (ni llegó al centro del capitalismo mundial, los Estados Unidos de América).

Entonces se lanzan “cortinas de humo”, pero con “gancho”, como las “cortinas de humo” y el “gancho” que ha lanzado García, olvidándose de la propuesta del Jefe de Gobierno, bajando a un tercio la renovación del congreso (esa es la “cortina de humo”) y ligando esa oferta al Voto Facultativo (ese es el “gancho”); o lo que es igual, es decir reclutar sufragantes y embarcarlos disciplinadamente en camionadas, con la ayuda del partido mejor organizado del país (ahora secuestrado por la reacción), y con el soborno de “ciudadanos” angustiados por la pobreza y la desigualdad y, por ello, fácilmente atraídos por el oro de la derecha y la decrépita clase política nacional, para que voten ¿Por quién o quiénes? La respuesta a esa pregunta (como el voto de esos “ejemplares ciudadanos”) no es ni será un secreto, si se concreta la genial idea de García y Cía.

Por ello, todo lo que llega a las manos de la corrupta clase política nacional y la derecha del Perú, ya sea iniciativas constitucionales que, potencialmente, reforzarían la democracia del país (como sí ocurrió en otras latitudes del planeta), o instrumentos de política económica (que sí contribuyeron al desarrollo de otras naciones), todo ello - ya lo he dicho antes y lo reitero aquí como colofón a esta entrega - termina torcido y prostituido por esa costra infame en el poder, que jamás tuvo ni tendrá otra patria que no sea sus propios y particulares intereses facciosos.

Estamos notificados…, espero.

Boston, 21 de noviembre del 2009

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Anexo:
¿Qué hay detrás del debate en torno al voto facultativo?
Por Marco Antonio Flores Villanueva,
desde Boston, USA

El debate en torno al voto facultativo ha despertado interés en el país. Ene l interior del partido esa iniciativa ha sido propuesta por el congresista Aurelio Pastor Valdivieso y ha merecido la oposición de Javier Barreda en un reciente e interesante artículo.

Pues bien, llama profundamente la atención la posición asumida por el Aprismo, manifestada en las opiniones, respetables por cierto, de los compañeros Pastor y Barreda. El primero por acción y el segundo por omisión. Me explico:

Existen, congresista Pastor, poderosas razones para oponerse al voto facultativo en un país como el Perú, con una democracia débil y un alarmante nivel de pobreza. Precisamente Arend Lijhart en un interesante artículo titulado “Unequal Participation: Democracy’s Unresolved Dilemma”, publicado en la revista American Science Review, volumen 91, número 1 de Marzo de 1997, se ha referido a tres razones fundamentales que ligados a estas dos características del Perú de hoy, es decir débil democracia y alarmante pobreza, se asocian para enervar la iniciativa del voto facultativo.
La primera de ellas es que los que concurrirán a votar serán aquellos que tienen más educación y, por tanto, están más interesados en la política. Afirma Lijhart, con fundamento, que ello no solamente creará una nueva y odiosa desigualdad sino que además constituye un factor discriminatorio, porque en este específico caso la educación se convierte en un elemento condicionante para ser ciudadano, tal como lo fue la propiedad en el siglo XIX.
En segundo término está el factor dinero. Con el voto facultativo aquellos candidatos que cuenten con mayor poder económico, se encontrarán en mejores condiciones que sus rivales para movilizar a los ciudadanos y llevarlos a las urnas. En un país tan pauperizado como el Perú, en el que las necesidades básicas no han sido cubiertas, una retribución económica para conseguir el voto del ciudadano no constituye un panorama irreal sino peligrosamente cierto y perfectamente posible. Recuérdese en este punto, como hace unos meses atrás en el distrito de La Victoria elementos antisociales fueron “contratados” por inescrupulosos para asesinar y matar por la posición de un miserable mercado. La suma que se les pagó fue de 10 soles, el precio de su pobreza y su desesperación por una retribución inmediata, evidentemente.
Finalmente, la consagración del voto voluntario llevaría a la población a privilegiar las campañas políticas que enfatizan el elemento “derecho” más que el elemento “obligación”. En un país políticamente convulsionado como el Perú, urgido de ayuda, de solidaridad, de participación, es decir de todas esas iniciativas que solamente pueden ser convocadas hoy a través de una acción coercitiva, el énfasis en los derechos de un ciudadano –y no en las obligaciones que son pocas- representarán un incentivo para el debilitamiento de la escasa autoridad, a duras penas constituida o la indiferente actitud ante las dificultades comunes que afectan a la nación.

Pobreza y débiles democracias son un contexto en los que no se asienta el voto facultativo. Las democracias más avanzadas que lo han consagrado son precisamente las democracias que gozan de estabilidad económica, lo que ha permitido a sus ciudadanos superar la pobreza y vivir en una sociedad que les ofrece los recursos necesarios para crecer económicamente, socialmente y culturalmente. Y sin embargo, en esas sociedades boyantes se incentiva a los ciudadanos a concurrir a las urnas, mediante campañas publicitarias pagadas unas por el estado y otras por los propios ciudadanos que son, además, aquellos que las promueven.

Todo esto y más, como veremos líneas abajo y que considero lo esencial, no ha sido ponderado por el congresista Pastor al presentar su iniciativa.

Y en cuanto a lo expresado por Javier Barreda, difícilmente podríamos oponernos a sus argumentos. El problema está en aquello que NO ha dicho, y en ello peca al igual que el congresista Pastor, sintomáticamente ambos militantes del Partido del Pueblo.

Y me refería a la militancia política de ambos personajes porque desde 1931 el APRA tiene pergeñada una propuesta que constituye la panacea a un problema más profundo y que hoy se pretende resolver apoyando o no el voto facultativo, defendiendo u oponiéndose al voto obligatorio.

Ambas propuestas parten de una misma lógica que debería ser superada, y cuanto antes mejor. El tema de la representación política no será resuelto con el sancionatorio ausentismo destinado a penalizar el negativo accionar de la decrépita clase política peruana, o con el mecánico sufragio efectivo para fortalecer un sistema de representación que ha dejado de expresar la realidad política del Perú. Reducir, otra vez, el problema de nuestra democracia a una ilógica consagrada en los números es reincidir en una solución que se limita a cuantificar las posibilidades de la representación ciudadana antes que focalizar en la calidad de democracia que queremos construir, léase una diferente a la que actualmente sufrimos.

No se trata pues de llevar de las narices al ciudadano para que vote como un autómata, sí o sí, por un sistema representativo que no lo convence, ni de ofrecerle a la clase política la oportunidad de rasgarse las vestiduras ante una iniciativa “anárquica” que buscaría “terminar con la democracia”, como consecuencia directa del numérico ausentismo en las urnas. Ambas soluciones conceptúan al ciudadano como un guarismo en la estadística y la legitimidad como un producto de ella. Ambas soluciones limitan la participación del ciudadano común al sufragio efectivo y al poder de la democracia en el número de los votos.

De lo que se trata entonces es de ofrecerle al ciudadano un sistema de representación diferente, que le permita convertirse en protagonista del drama político, no solamente a través del sufragio sino también mediante una democracia cualitativamente más efectiva y verdaderamente legítima que lo convoque, sí, pero además lo integre a la vida política nacional.

En ese sentido, no se explica el limitado razonamiento del congresista Pastor y de su ocasional oponente Barreda, ambos militantes del APRA, si desde 1931 el Partido del Pueblo tiene las herramientas programáticas para resolver el problema de la representatividad política que vive el país, y que no pasa por la consagración o no del voto obligatorio o facultativo. Pasa, señores Pastor y Barreda, por la reestructuración del poder político en el Perú.

El APRA ha propuesto desde su fundación la necesidad de abordar el problema de la representación política en términos cualitativos. El Partido del Pueblo, desde sus inicios, ha sugerido por ello la constitución de un Congreso Económico Nacional, no solamente para convocar en un foro deliberante y, subrayo, decisorio a los vastos sectores de la sociedad civil que hoy carecen de representación en la vida nacional (sindicatos, universidades, colegios profesionales y organizaciones populares, entre otros), reestructurando así el poder político en el Perú, hoy en manos de una clase política incapaz y desprestigiada, sino también para que, desde esa nueva, vigorosa y auténtica legitimidad política que garantice estabilidad, reorganizar la producción bajo la égida de un programa social de desarrollo, común y concertado con todas las fuerza productivas del país.

Por ello sorprende ingratamente que el voto facultativo suscite en los apristas un innecesario debate, inocuo para el problema que pretende resolver que es el tema profundo de la representación política en el país.

Consecuentemente, las iniciativas parlamentarias del partido en torno a la reforma constitucional, deberían estar precedidas por la propuesta urgente destinada a reestructurar el poder político en el Perú a través de la constitución del Congreso Económico Nacional.

Por lo demás, auspiciar en el parlamento esa iniciativa real de cambio político sería la mejor prueba que el Aprismo actúa consecuentemente con su propuesta de un Frente Social, hasta hoy relegada en sus propósitos a un triunfo electoral pero que no garantiza cambios en la estructura de poder en la escena política nacional.

Boston, 13 de marzo del 2005
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