El día de la vergüenza
Crousillat recibiendo dólares de Montesinos


Gustavo Benites Jara


En el 2000, cuando el juez británico Jack Straw decidió liberar a Pinochet, la opinión pública mundial quedó consternada e indignada. El titular del diario Daily Mirror, el día que el represor volvió a Chile, fue: "O, Lázaro". Es decir, el resucitado. Y todos seguramente recordamos cuando el terrorista sangriento llega en silla de ruedas, baja del avión y de pronto se levanta y camina, mostrando enérgicamente su bastón, riéndose del mundo entero. El casi cadáver volvió a la vida. El juez lo liberó por razones humanitarias, argumentando que el genocida estaba prácticamente muerto. El parlamentario Jeremy Corbyn declaró entonces: “Yo dije que había sido un día de vergüenza para Gran Bretaña”. El otrora poderoso imperio engañado por un vulgar sátrapa del tercer mundo. ¿O fue un acuerdo político el que lo liberó?


En este 2009 que ya fenece, Alan que no es juez, pero que funge como tal en un país que cada día se avergüenza de un presidente inestable, que llora a menudo, genuflexo ante el imperio, Tartufo político, gran titiritero que mueve los hilos de sus marionetas ministeriales; este Alan, como Jack Straw criollo, amparándose en su prerrogativa constitucional de indultar, ha indultado, sin vergüenza alguna, a uno de los mayores corruptos y corruptores que recuerde nuestra patria: Crousillat.

Indultar a Crousillat, el hombre que vendió su canal televisivo a la voracidad envilecedora de Montesinos y Fujimori; el hombre que vimos en un vídeo recibir montañas de dólares, y sin inmutarse pedir un poquito más; el que huyó a la Argentina y desde allá se burlaba de todos los peruanos; indultar a Crousillat, padre, no se vaya a ofender el hijo, también es un día de vergüenza para el Perú.

¿Ha pensado nuestro sensible presidente el daño moral que ha infligido una vez más al país? ¿El daño a la fe de los niños, de los adolescentes y de los trabajadores honestos que se muelen el lomo trabajando durante 10 o 12 horas diarias por 20 nuevos soles? ¿Ha reflexionado Alan García que con este acto infame ha dado un mensaje estremecedor, indultando no sólo a un corrupto, sino a la misma corrupción?

Difícilmente se borrará de nuestra memoria esta vil acción presidencial. Con qué alegría habrán recibido la noticia Fujimori y Montesinos. El primero ya estuvo anunciando, desde el juicio, que sufría de cáncer y otros males, y ahora tiene el régimen más abierto y cómodo que delincuente alguno haya tenido en cualquier cárcel peruana o tal vez mundial. De pronto este malhechor se irá a una clínica privada a morirse unos cuantos meses, esperando el indulto del próximo año. ¿Otro acuerdo político?

Y la historia se repite: el moribundo Crousillat, el que agonizó durante dos años en una lujosa clínica privada (la vieja treta de los pillos que no quieren pasar un día en la cárcel), se levanta orondo, feliz, sano repentinamente, gracias a San Alan, anunciando que se irá a la Argentina a producir telenovelas, sin pagar un mísero nuevo sol de reparación civil, ni devolver los millones de dólares que recibió y que pertenecían a todos los peruanos, pues, precavido, el bribón ya tercerizó todos sus bienes; pero a nuestro beato presidente no le importa un carajo nada de esto, ya que dice que no es rencoroso y que el pobrecito Crousillat estaba anciano, enfermo y que podía morirse en cualquier rato.

O, Lázaro. Oh, resucitado. ¡Bienaventurados los corruptos! Día de vergüenza para el Perú.