Kirchner y el cambio de paradigma


Por Humberto Campodónico


En el 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de Argentina, el país estaba en recesión y el PBI había caído en más de 20% desde 1999 al 2002. Además, la deuda externa aumentaba año a año, llegando a US$ 164,000 millones en el 2003.


Uno de los problemas originarios de la crisis argentina era la convertibilidad —que establecía un tipo de cambio fijo de un dólar igual a un peso argentino—, lo que proveía la base para el modelo económico menemista de “libre mercado” que había fomentado la preeminencia del capital financiero en desmedro de la actividad productiva. A pesar de su insostenibilidad, este modelo se mantuvo —incluso con el gobierno del partido radical de De la Rúa— contando con el pleno apoyo del FMI, que declaró a Argentina como alumno modelo y, además, como “graduado” de las crisis económicas.

Si bien la convertibilidad fue abolida por Duhalde en el 2002 (después del levantamiento popular que causó más de 30 muertos en diciembre del 2001, con la consigna “que se vayan todos”) es con la llegada de Kirchner que se produce un cambio de paradigma.

De manera explícita, se establece que no va más la “patria financiera” y que la política económica debe estar orientada al fortalecimiento del mercado interno, lo que pasa por la priorización de la industria nacional (la Unión Industrial Argentina le dio su apoyo, lo que, con algunos baches, ha persistido hasta la fecha), lo mismo que la poderosa CGT peronista, partido al cual perteneció Kirchner.

Argentina: Tasa de crecimiento del PBI 1996-2010 (en %)


En el 2004-2005 el gobierno argentino renegoció la deuda externa, que no solo había cobrado enormes dimensiones sino que se pagaban enormes intereses (la tasa de interés llegó al 20% anual) a medida que subía el “riesgo país” debido al crecimiento de la deuda, lo que era considerado necesario para mantener la convertibilidad.

Debido a esas enormes ganancias ya obtenidas por los acreedores, la “quita” de la deuda llegó al 75%, lo que fue aceptado por los acreedores. Pero el argumento central, que también fue apoyado por Martin Wolf del Financial Times fue: sin ese descuento, Argentina no podrá salir de la recesión pues tendrá que destinar demasiados recursos al pago de la deuda. En otras palabras, el crecimiento viene primero. El otro cambio central en la orientación de la política económica se centró en el fortalecimiento del mercado interno, impulsando las tecnologías de la información y del conocimiento. Y tuvo éxito: del 2003 al 2010 el PBI creció 78% (ver gráfico) y Argentina ha entrado a la liga de los grandes pues forma  parte del G-20. Dice Mario Wainfeld:

“El crecimiento general, el renacimiento de las economías regionales, los costados virtuosos del ´modelo´ con paridad cambiaria competitiva, creación de puestos de trabajo, obra pública y acumulación de reservas le fueron ganando, si no apoyos militantes, consensos muy extendidos. En la emergencia, casi todos se aferraron al capitán de tormentas, incluyendo a las patronales, que mayormente se la llevaron con pala. Rabiaban por el ascenso de los trabajadores, por tener que pulsear en las paritarias, pero acompañaban” (www.pagina12.com.ar).

Esto es lo que no le gusta un ápice a la derecha tradicional ni a la “patria financiera”, que no aguantan el cambio de paradigma. Ciertamente, hay muchas cosas discutibles en las políticas de Kirchner, luego continuadas por Cristina Fernández, entre ellas la política agraria y, también, el férreo ejercicio del poder. Pero a la hora del balance final se demuestra que se puede crecer de otra manera y que puede haber un nuevo balance entre mercado y Estado. Claro, en lo político, el futuro del kirchnerismo tiene otra perspectiva. Néstor Kirchner, descansa en paz.  

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