No hay relación causa-efecto


Por Humberto Campodónico

El gobierno y el sector empresarial arguyen que hay una relación directa entre la posibilidad de exportar gas y las nuevas inversiones en exploración. El corolario es que el descubrimiento de nuevas reservas es consecuencia de ese “círculo virtuoso” entre exportación y nuevas inversiones.


La “pistola humeante” # 1 de esta relación causa-efecto sería Bolivia que, antes de la construcción del gasoducto de exportación a Brasil a fines de la década del 90, casi no tenía reservas. Pero, se afirma, como consecuencia de la exportación, las inversiones vinieron rápidamente y, zas, aumentaron las reservas hasta llegar a casi 50 billones de pies cúbicos (BPC) a principios del nuevo milenio.

La “pistola humeante” # 2 es Argentina, pues los bajos precios de venta de gas —regulados— en el mercado interno desde el 2002 “desincentivaron” la inversión en exploración. Así, Argentina dejó de ser exportador de gas (a Chile) para convertirse en importador neto, pues ahora se trae Gas Natural Licuado en barcos.

La cuestión es que, en Bolivia, algunos de los campos más importantes de gas habían sido descubiertos años antes por la estatal YPFB, pero no habían sido puestos en producción. Cuando en 1996 el presidente Goni Sánchez de Losada promulga una nueva Ley de Hidrocarburos (Ley 1689) y esos campos pasan a empresas privadas, éstas rápidamente, “descubren nuevas reservas”. En realidad “confirmaron” las reservas descubiertas por YPFB.

Es lo que dice la Comisión Presidencial para la Revisión y Mejora de la Capitalización nombrada por el presidente Carlos Mesa en el 2004:  “Está fuera de toda duda que YPFB descubrió 2 reservorios en el Campo San Alberto: el uno Arenisca Millar a 900 m de profundidad que estaba totalmente agotado y otro denominado Humampampa, a 4500 m, que estaba certificado con gas y petróleo, pero no se encontraba en producción a la fecha de aprobación de la Ley 1689, ni lo estuvo con anterioridad” (1).

Agrega la Comisión: “San Alberto no es el único campo con este tipo de problemas, pues existen otros con yacimientos mantenidos “en reserva”, por la falta de mercado o de condiciones de comercialidad, a la fecha de promulgación de la Ley 1689”.

En Argentina, la estatal YPF fue vendida a Repsol en 1997. Desde el inicio, Repsol disminuyó las inversiones en exploración en Argentina. ¿Por qué? Dice el experto Roberto Kozulj que, como Repsol tenía grandes campos de gas en Bolivia, lo que le interesaba era “maximizar el valor presente de sus inversiones en ese país” (Cristal de Mira, 30/7/07). ¿Cómo podía hacerlo? Exportando el gas boliviano a la Argentina, lo que, ciertamente, no le convenía a los argentinos.

Dice Ezequiel Espinosa, ex funcionario de YPF: “Antes que YPF
 se privatice, teníamos una legislación que establecía que cada año se tenía que descubrir 20% de reservas más de las que se consumen. Pero, después de la privatización, ha habido fuertes periodos de explotación en los que no se hicieron los esfuerzos necesarios en exploración para reponer reservas” (Transformación de las petroleras estatales, Quito, 2006).

O sea que antes de la privatización, la lógica de las inversiones de YPF se decidía en Buenos Aires, mientras que, después, las decisiones son de Madrid y se toma en cuenta la rentabilidad global (incluye las inversiones en Bolivia).

Lo expuesto nos dice que hay muchos factores a tomar en cuenta (condiciones geológicas, precios, lógica de toma de decisiones) y no solo la supuesta relación causa-efecto entre exportación-inversiones-más reservas. En el caso peruano, nada justifica que las reservas del Lote 88 se hayan destinado a la exportación, cambiando ilegalmente la legislación vigente ni, tampoco, la propaganda gubernamental para defender la exportación con argumentos efectistas, pero de escaso o nulo valor académico y técnico.

(1) www.bancotematico.org/includeWeb/dbm_biblioteca_fichastematicaslist.php?pageno=49

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