Historia, madre y maestra
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima

Arica
Arica

Tacna y Arica

Guerra Perú-Chile 1879. 28 Leyva

Ese decrépito coronel, que sólo había mostrado ineptitud; que siempre fue considerado como oficial de segunda calidad y de muy baja preparación militar, resultó elegido por Piérola para comandar el segundo ejército del Sur. Su mérito residió en haber rendido pleitesía al nuevo dictador cuando el golpe de estado de diciembre, por eso recibió un mando que estaba muy por encima de su capacidad. Lo había mostrado al recibir los pertrechos de manos del general Beingolea en la proximidad de lea, llevándolos por la parte más abrupta y difícil de la serranía, con la consiguiente pérdida de tiempo.

 

En Arequipa siguió adulando a Piérola en cartas continuas y, al mismo tiempo, por el temor que le produjo el medio, solicitó el día 7 de mayo que le enviaran: (76) "un buen número de jefes y oficiales de toda confianza". En la comunicación del 2 de junio, escrita desde Mirave, Moquegua, se queja amargamente de la tropa que encontró en Arequipa, mintiendo sobre su situación y queriendo hacer parecer que de la nada logró un ejército, que si bien no era lo mejor, por lo menos tenía los atributos de una fuerza armada. Igualmente comunicó que regresó a Arequipa al enterarse de la derrota de Tacna Seguidamente se dedicó a impedir que las fuerzas del primer ejército que salvaron de la derrota, y se encontraban en Puno a órdenes de Montero, prosiguieran sobre Arequipa.

La carta del 18 de junio de Leyva a Piérola y los telegramas que se cursan entre Montero, Leyva y Villena, por la importancia que tienen para comprender lo que realmente sucedía en esos días con el ejército del Sur, se presentan como Anexo No. 21 y la exposición de Recavarren en el Anexo 22.

Se aprecia que Leyva careció de respeto a sus superiores o tuvo órdenes terminantes para proceder como lo hizo, pretendiendo dejar abandonado al remanente del primer ejército del Sur en Puno. Se suma a lo anterior la acusatoria carta del comandante Antonio Rodríguez Ramírez (Anexo 23), quien por un lado lo tilda de inútil y en acápite siguiente de cobarde al decir: "Nada hizo sino huir, sin que nadie le persiguiera, al saber el descalabro de Tacna y perder en su fuga más de la mitad de la fuerza". Calificativos muy duros y que jamás fueron corregidos porque las evidencias impidieron hacerlo.

Se debe tener presente que tardó de 25 a 30 días en trasladarse desde Arequipa al punto máximo de aproximación a las fuerzas de Tacna que fue la "Cuesta del Bronce", pero de ese lugar retornaron a su punto de partida y "sin que nadie le persiguiera", sólo demoró 14 días. Posiblemente la velocidad del retorno se debió a que cada día era mayor la cantidad de soldados que desertaban de filas y, como su capacidad de mando le impidió evitarlo, pudo caminar más rápidamente.

El general Campero, presidente de Bolivia y Comandante en Jefe del ejército aliado, en el análisis que hizo sobre la batalla de Tacna y el triste papel de Leyva, lo acusa incluso de haber falsificado la fecha del documento que le remitió y cumpliera con su deber.

Con el malhadado comportamiento, surge, en contra de Arequipa, una leyenda negra, acrecentada por otros episodios ocurridos en la infausta guerra. Los enemigos de Arequipa han pretendido confundir el desventurado comportamiento del Dictador, de su prefecto en esa ciudad Carlos Gonzáles Orbegozo y de los cobardes coroneles Segundo Leyva, Mariano Martín López, Sequera, Gutiérrez y otros, que rehusaron defender a la patria, con el comportamiento del pueblo y ciudad de Arequipa que en todo momento y en forma generosa ofrendaron la sangre y vida de sus hijos, quienes, como un solo hombre salieron al llamado del deber que el Perú les demandó, así como supieron honrar a los héroes, como las exequias a Grau y cuya descripción la hizo la gran novelista María Nieves y Bustamante, documento que amerita ser conservado y difundido.