Ugarte del Pino: 
Juan Vicente Ugarte del Pino

“La historia del Perú ha sido traicionada”

Por Plinio Esquinarila
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Ha sido un éxito rotundo la ceremonia de entrega de la Orden “El Sol del Perú” en el Grado de Gran Cruz, en el Salón Dorado de Palacio de Gobierno, al ilustre jurista e historiador Juan Vicente Ugarte del Pino, por los servicios prestados a la Nación y porque gracias a él, se afirmó, el Perú puede gozar de una interpretación pluralista y desafiante de su historia.


No ha sido Torre Tagle, esa guarida influenciada por el lobby chileno, con honrosas excepciones por cierto, la que le ha impuesto la condecoración, sino que ante el retardo evidente por obra de su jefe, el canciller Joselo, de visita en Cipango, Alan García se ha dado la molestia de no darle más demoras al reconocimiento a uno de los principales memorialistas del Perú, al jurista, al archivista, al maestro, al hombre leal a sus alumnos y a sus amigos.

Solo tres embajadores de nota, más la presencia obligada del hombre de protocolo de  Cancillería, púdose ver en tan magno evento, destacando la figura de Marisol Agüero. ¿Por obra de qué arte de birlibirloque no llegaron los de Cancillería, de la Academia Diplomática, o el equipo que tiene en sus manos el tema del diferendo limítrofe en La Haya, del cual Ugarte del Pino forma parte?

Como quiera que tales ausencias eran evidentes, pero que en nada han empañado el éxito del evento, lo vamos a poner en otra perspectiva. ¿Por qué tenían que formar parte del convite quienes están en las antípodas del pensamiento y la praxis de Ugarte del Pino, es decir los personajes que son funcionales a la historiografía oficial y complaciente, quienes quieren hacernos deglutir la historia al revés, con omisiones, para justificar hechos ajenos a nuestro devenir, como en una oportunidad lo precisara el mismo Ugarte del Pino?

Claro, sucede que Ugarte del Pino pertenece a otra raza: a esa que considera que la historia del Perú ha sido traicionada y que muchos de los personajes de marca mayor, como Simón Bolívar y Nicolás de Piérola, o tienen un rabo de paja más grande que el cometa Halley o son un bluff sobredimensionado por circunstancias e intereses cada vez más difíciles de ocultar. Por eso que en una entrevista se preguntó el mismo: ¿por qué no se divulga en el Perú las obras completas de Simón Bolívar de Vicente Lecuna, donde están todas las arengas de Bolívar contra el Perú? Felizmente a raíz de esta imprecación un estudioso honesto de Torre Tagle ya se dio ese trabajo.

La ceremonia en Palacio de este jueves —es bueno subrayarlo— fue afirmativa. Y fue así porque el homenajeado no pertenece a los hooligans del lamento y del pesimismo que pregonaban años atrás la inviabilidad del Perú como nación, que después se mutaron a un ropaje de intelectuales plásticos, prestos éstos a superar a sus antecesores, con revisionismos torpes y "complejizaciones de la historia" con tal de ocultar la responsabilidad de los proditores en las horas más difíciles de la historia patria.

En el ínterin, Ugarte del Pino tampoco se sumó a ese tiempo hipotético triste del desconcierto en que el pensamiento ya no es de izquierdas ni de derechas sino un mero snob, un flash pro-mercado de la posmodernidad, cuyo cordón umbilical con la plasticidad historicista era y es edulcorar sucesos y apellidos.

Es pues toda una telaraña que en lo político va acompañado con ese arribismo perpetuo ante embajadas y conciencias culposas de Occidente, como la de Angela Merkel, la canciller alemana que quiere crearnos más ojos llorones y "museos de la memoria" para beneplácito de quienes pretendieron hacernos creer, hace pocos años, que el “conflicto armado interno” del Perú fue más atroz y sangriento que la guerra con Chile y las guerras de la Independencia juntas.

Habría que preguntarle sobre el particular a Ugarte del Pino, cuyo abuelo peleó en esa guerra desde el comienzo en 1879 hasta el final en 1883. Podemos entonces concluir en que la interpretación rebelde de nuestro devenir recién empieza, y tiene en el conservadurismo moderno de Ugarte del Pino un soporte ineludible.