Kenia: ¿No más Hakuna Matata?
Raila Odinga
      Raila Odinga
Por Humberto Campodónico


Terminadas las elecciones del pasado 27 de diciembre en Kenia, la oposición liderada por Raila Odinga afirmó haberlas ganado, pero que había sido víctima de un fraude electoral perpetrado por el presidente Mwai Kibaki. La gente salió a protestar y se produjeron actos de violencia. Pero no solo hubo violencia política entre los contendores, sino también tribal: Kibaki, un kikuyo, fue acusado por las tribus opositoras Kalenjin, Luo y Luhyas de querer perpetuarse en el poder para seguir favoreciendo a los suyos.

 

Un tema clave es la propiedad de las mejores tierras, que habían sido expropiadas por los británicos. Cuando Kenia se independizó en 1963, estas no se devolvieron a sus propietarios originales, sino que se repartieron entre los kikuyu. A pesar de las sucesivas promesas de devolución, esto no sucedió, agravando así los rencores étnicos.

El resultado: más de 1,000 muertos por violencia tribal salvaje (quema de iglesias con personas adentro), enormes daños materiales, pérdidas en el sector agrícola y, también, en el sector turismo, que aporta US$ 750 millones provenientes de los safaris, principalmente al valle del Masai Mara.

Esta noticia podría interpretarse como una muestra del atraso de Kenia, junto a otros países del África Sub Sahara, considerados "inviables". Pero esa no es la opinión del Banco Mundial. Dice el BM que el PBI de Kenia ha crecido a tasas superiores al 6% anual, pasando de US$ 12,700 a 21,200 millones del 2000 al 2006. El PBI per cápita anual también mejoró para los 35 millones de kenianos, pasando de US$ 423 a US$ 605 (o US$ 50/mes). Además, siempre según el BM, el 90% de la población accede a la educación primaria y la pobreza bajó de 52% a 47% de 1997 al 2006.

Pero el crecimiento no redujo la desigualdad. Según el PNUD, Kenia se ubica entre los 10 países menos equitativos en la distribución de la riqueza, superando a Nigeria. El 10% de la población posee el 49% de la riqueza, mientras que el 10% más pobre posee menos del 1%. Nairobi, la capital, tiene los barrios pobres más grandes de toda África, Mathare y Kibera, donde reina el crimen, el narcotráfico y la extorsión.

Sarah Childress, del Wall Street Journal, dice: "El acelerado crecimiento económico benefició a una tribu (los Kikuyu) a expensas de otras, ayudando a encender los arraigados rencores en el país. Los críticos de Kibaki dicen que no ha hecho lo suficiente para que la riqueza se distribuya a las otras tribus" (2/2/08). Agrega: "en la tierra ancestral de los Kikuyu, solo el 35% de la población es pobre, mientras que el promedio nacional es de 50%" (ídem). En otras palabras, el crecimiento económico solo benefició a un sector de la población. ¿Suena conocido?

A estos problemas se suma el "déficit democrático". Arthur Larok, de Uganda (a quien entrevistamos en el Foro sobre el Futuro de la Ayuda, celebrado en Entebbe del 18 al 20 de febrero) dice que "la democracia se reduce a ganar las elecciones cada 5 años para tener el poder absoluto: los que ganan, ganan todo y los que pierden, pierden todo. No hay pesos y contrapesos, pues el proceso político produce ganadores y perdedores incapaces de dialogar sobre cualquier asunto político. Esto sucede también en Uganda y otros países de la región".

Agrega que los sucesos de Kenia no son casuales: "El problema no es si esto iba a suceder o no, sino cuándo sucedería, dados los problemas étnicos, de desigualdad y el déficit democrático, que no pueden solucionarse con el simple crecimiento económico".

Situación difícil la de Kenia, tierra del padre de Barack Obama. La cuestión no es solo crecer, sino de estilo de crecimiento para reducir la desigualdad y las rivalidades tribales, con vigencia de los principios e instituciones democráticas. En Kenia, uno de los dichos nacionales es "no hay problema" (Hakuna Matata en swahili). Los hechos recientes indican que ese dicho "ya fue". Ojalá que por poco tiempo.

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