disturbios Kiev feb 2014Miguel Ángel Rodríguez Mackay

En esta misma columna lo habíamos adelantado, es decir, Rusia aprovechó la situación de crisis en Ucrania con la caída del presidente Víktor Yanukóvich en el pasado mes de febrero y por tanto la pérdida del valioso control sobre Kiev, la capital de Ucrania, para comenzar sistemáticamente a desestabilizar el país y de paso fracturarlo.

 Primero se anexó ilegalmente toda la península de Crimea y con ella Sebastopol, donde mantiene una base militar estratégicamente posicionada en el Mar Negro. Luego, reavivó la vocación separatista de Cisdniéster, la región oriental de Moldavia que desde el fin de la guerra que mantuvieron en 1991 al caer la Unión Soviética, ha sido pura camiseta rusa resistiéndose a formar parte de este pequeño país que ni siquiera limita con Rusia, pero que mantiene una incólume fidelidad al otrora bloque u órbita, ese esquema político de control satelital fracasado que tanto añora Putin.

Al desvanecerse por allí las cosas, Moscú volvió a la carga y esta vez con fuerza y sin detención sobre Donetsk, al promover su independencia de Ucrania dada su cercanía geográfica y demográfica con Rusia. Enseguida lo ha hecho sobre Lugansk, Slaviansk y últimamente en Odessa, cobrando en estas últimas, cerca de cuarenta muertos en los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno de Ucrania y los separatistas. Pero ¿Qué ha hecho que la situación se agrave y realmente cree el escenario de una inminente guerra civil?

Es evidente que todos estos procesos separatistas que Moscú ha realizado casi a control remoto no son gratuitos, pues tienen el claro propósito de fracturar estructural y políticamente el país; así, Ucrania, dividida en dos sectores claramente diferenciados, llegará muy debilitada a las elecciones del próximo 25 de mayo en que debe asumir el control del país un nuevo gobierno en reemplazo del que preside interinamente Alexander Turchinov desde la caída de Yanukóvich.

El plan ruso no se ha detenido allí y queriendo intimidar al gobierno central de Ucrania, no solo elevó groseramente a cerca de 500 dólares cada 1000 m3 de gas, sino que su empresa Gazprom obliga a Kiev el pago de las deudas que ya superan los 3500 millones de dólares y que también ya pesan en mora sobre este país que por más apoyo económico que ha recibido de Estados Unidos y de la Unión Europea, se vuelve más vulnerable, tanto que en la reciente reunión en Polonia, los europeos ya están pensando en la construcción del South Stream, el gasoducto que llevaría unos 60,000 millones de m3 de gas directamente a Europa a través del Mar Negro, a fin de evitar la dependencia que Kiev mantiene sobre Moscú, sin que los afecte. No habrá enfrentamiento entre las grandes potencias.

Ese esquema de guerra ya no funciona en el siglo XXI. Estados Unidos, entonces, debe pensar rápidamente qué otras sanciones debe aplicar a Rusia, porque las que emprendió contra empresarios rusos y sus bienes raíces en Norteamérica no basta para neutralizar a Moscú. Ángela Merkel,  la canciller alemana, que lidera a la economía más sólida de Europa, también debe hacerlo.

La ONU semanas atrás concluyó que la anexión de Crimea es completamente nula desde el derecho internacional y por extensión en este contexto agravado, lo serán los referendos digitados desde Moscú sobre las ciudades ucranianas separatistas, convocados para el próximo 11 de mayo. La guerra civil pareciera estar comenzando en Ucrania con una Rusia y un Putin cada vez más visibles en su objetivo final y aunque camuflen su conducta llamando al Consejo de Seguridad a abordar la crisis en Ucrania, el separatismo como proceso inducido los ha desnudado por completo.

Correo, Lima 03-05-2014

 

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