Atilio Borón, 13.11.2014
A confesión de parte -dice el refrán- relevo de pruebas. Lo intuíamos, lo sospechábamos, lo sabíamos, pero ella en su libro, Decisiones Difíciles, lo reconoce abiertamente. Nada nuevo para nosotros, habitantes de la región del planeta que más ha sufrido -muchísimo más deberíamos decir- la insaciable voracidad del imperio por apropiarse de nuestros recursos y nuestras riquezas. En ninguna otra región del mundo Washington ha intervenido, directa o indirectamente, a lo largo de tanto tiempo y con tanta intensidad como en América Latina y el Caribe. Hillary Clinton lo reconoce en relación a un caso, pero sabemos que el intervencionismo norteamericano, desde los clásicos cuartelazos del pasado hasta los supuestos "golpes blandos" de hoy (golpes parlamentarios, al estilo de Honduras y Paraguay; o golpes protagonizados por hordas neonazis, como en Ucrania) pasando por las desestabilizaciones vía "golpes de mercado" o terrorismo mediático han sido una constante en la historia de las relaciones hemisféricas, como lo demuestra inapelablemente la monumental obra de Gregorio Selser. Y lo seguirá siendo en los años por venir, máxime cuando ella aparece como la candidata con mayores probabilidades de suceder a Barack Obama. El imperio no sólo es insaciable sino también incorregible, y de nada valen sus cantos de sirena de "un nuevo comienzo", reiterados monótonamente por cada nuevo inquilino que llega a la Casa Blanca. Por eso, ¡a no bajar la guardia ni un minuto!