Adrián Mac Liman*
Hace exactamente doce meses, titulaba mi primer análisis del 2014 con un premonitorio Al Qaeda ha vuelto. Hubo quien me tachó de pesimista, cuando no de alarmista. Y ello, por la sencilla razón de que daban por muerto al movimiento islámico. Pero la presencia de agrupaciones radicales en el Norte de África acabó con la autocomplacencia de algunos políticos occidentales, muy propensos a olvidar la existencia de constelaciones terroristas. Hace apenas unas horas, Al Qaeda irrumpió en el corazón de Europa, firmando la condena a muerte de varios ciudadanos galos, cuyo único crimen consistía en defender la libertad de expresión. Una libertad mal entendida por algunos, censurada por otros, rechazada por quienes desconocen las reglas de la convivencia democrática.